El acuerdo firmado ayer en Berlín por el canciller Gerhard Schroeder deja puntos por aclarar. El acuerdo alcanzado tras meses de intensas negociaciones, llega al final de un «siglo sangriento», declaró Schroeder, quien aseguró que las consecuencias del régimen nacionalsocialista no se pueden sanar, pero si atenuar.
«Este es el mejor regalo de Navidad que nos podrían haber hecho», comentó el delegado alemán en las negociaciones, Otto Lambsdorff, resumiendo así el alivio del Gobierno y la industria germanos, que calman sus 'remordimientos históricos' y también consiguen poner a salvo su reputación internacional. Las palabras de satisfacción y el reconocimiento a la voluntad de todos por llegar al consenso -incluido el presidente estadounidense Bill Clinton, cuya intervención fue decisiva en la última fase de las negociaciones-, no ocultaron que todavía quedan cuestiones por resolver en el futuro.
Una de ellas es la contribución de la industria, representada en la fundación «Recuerdo, Responsabilidad y Futuro», que necesitará de la adhesión voluntaria de más empresas que las alrededor de setenta que lo han hecho hasta ahora, para poder reunir los 5.000 millones de marcos a que se han comprometido. Durante el nazismo más de 600 empresas utilizaron a los esclavos.
El representante de la industria, Manfred Gentz, reiteró su llamamiento a la participación empresarial, lo que fue corroborado por todos los presentes, e indicó la «decepcionante resistencia» que muestran las pequeñas y medianas empresas. Una de las cuestiones fundamentales que quedan perfiladas en el acuerdo es que las empresas no deberán enfrentarse a nuevas demandas por su papel durante el nacionalsocialismo en EE UU, pero Gentz quiso resaltar que las firmas 'insolidarias' deberían tener en cuenta su imagen en el exterior.
Por su parte, el Gobierno alemán deberá reunir su aportación, 5.000 millones de marcos, suma a la que finalmente accedió esta semana, a pesar de que anteriormente Schroeder aseguró que no subiría de 3.000 millones. El Ejecutivo pretende completar la venta de algunas propiedades públicas y conseguir, además, la contribución de los Estados federados, algo sobre la que no se quiso dar demasiados detalles durante la comparecencia de ayer ante la prensa.
Los trabajadores forzosos que todavía viven deberán esperar hasta un año para recibir sus indemnizaciones, tiempo que el delegado estadounidense, Stuart Eizenstat, considera para concluir el proceso necesario y la promulgación de una ley que todavía deberá pasar por el Bundestag (Parlamento alemán). Pese a que la cuantía global es elevadísima, los familiares de las víctimas sólo recibirán un millón de pesetas.