El primer ministro ruso, Vladimir Putin, inauguró ayer la cumbre de ministros de Interior y Justicia del G-8 en Moscú, un foro de diálogo encaminado a debatir problemas tan actuales como el terrorismo, la corrupción, el crimen financiero de alta tecnología, el blanqueo de dinero o la industria del secuestro que prolifera en ciertos países.
Esta cumbre se celebra con el trasfondo de dos cuestiones delicadas para Rusia: las denuncias de corrupción al más alto nivel entre los funcionarios rusos, que roza según la investigación del fiscal general Iuri Skuratov a la familia Yeltsin, y la campaña contra Chechenia.
El primer ministro ruso aprovecha la presencia de los representantes de Interior y Justicia de los siete países más desarrollados del mundo para obtener el respaldo internacional en el conflicto bélico. El Kremlin ha rechazado toda mediación internacional amparándose en el carácter interno de esta guerra.