Los refugiados albano-kosovares «no quieren alejarse» de Kosovo y su acogida en los países occidentales no sería una salida mejor para solucionar los problemas de asistencia, aseguró ayer la comisaria europea de Ayuda Humanitaria, Emma Bonino.
Bonino, que comprobó «in situ» la llegada de albano-kosovares deportados a países limítrofes, consideró que «añadir el exilio forzado a la deportación forzada no resolverá el problema».
Para la comisaria, «lo que tenemos que hacer es hablar con los países de la región, como Bulgaria, y asegurarles nuestro apoyo político, financiero y estructural para permitir a esta gente que se quede provisionalmente en la región».
La suerte de los refugiados albano-kosovares divide a la UE entre los partidarios de ayudarles dentro de la región y los que prefieren evacuarlos por la urgencia de la situación y el riesgo de extensión del conflicto.
Los Quince se reúnen hoy (ministros de Interior) y mañana (ministros de Asuntos Exteriores) en Luxemburgo para discutir un plan común con el que afrontar la crisis de los refugiados.
Mientras, ayer llegaron a Turquía y Noruega los primeros acogidos. Unas 1.400 personas, aterrorizadas y agotadas, se instalaron en el campamento de casas prefabricadas de Gaziosmanpasa, cerca de la frontera turca con Grecia y con capacidad para 5.000 personas, y otros 91 refugiados, de los 6.000 que llegarán a Noruega, fueron alojados en el Centro de la Cruz Roja en Tanum, a las afueras de la capital, donde se les suministró ropa y alimentos.