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La OTAN empieza los bombardeos aéreos contra Yugoslavia

A pesar de la ofensiva aliada, que ha empezado a las 19:14 gmt, Milosevic se mantiene firme en su postura

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La Alianza Atlántica lanzó bombardeos aéreos contra Yugoslavia hoy, pese a la solicitud de última hora del presidente ruso, Borís Yeltsin, para que su colega estadounidense, Bill Clinton, evitara este «paso trágico». Clinton salió por la televisión para confirmar que los ataques, que la OTAN ordenó ayer, ya habían comenzado. El presidente estadounidense reconoció que la operación «conlleva riesgos» pero insistió en que «son mayores los riesgos de no actuar. Resaltó que «nuestros aliados de la OTAN nos apoyan unánimemente». Pocos minutos antes, el secretario general de la OTAN, Javier Solana, había anunciado que la Alianza Atlántica «ha comenzado en este momento una operación aérea contra objetivos en la República Federal de Yugoslavia». Solana acusó al presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, de tener «la clara responsabilidad por los ataques aéreos al negarse a detener las acciones violentas en Kosovo y negociar de buena fé». Solana subrayó que la OTAN «no está librando una guerra contra Yugoslavia» sin que «nuestra acción está dirigida contra la política represiva de la dirección yugoslava» porque «debemos detener la violencia y evitar una catástrofe humanitaria en Kosovo». Dos aviones españoles de combate F-18 participaron en el bombardeo aliado contra Yugoslavia, informaron fuentes del Ministerio de Defensa en Madrid. Las sirenas de alarma aérea sonaron en Belgrado, capital yugoslava, a las 20.14 horas (19.14 gmt) y se vieron resplandores en la distancia, quince minutos después de que en Kosovo se registraran las primeras explosiones. Unas horas antes, Milosevic dijo a la ciudadanía en un discurso por la televisión: «Estamos resueltos a defender al país con todos los recursos y en la medida en la que se vea atacado». El presidente defendió su decisión de rechazar, pese a las amenazas de la OTAN, el plan de paz internacional para Kosovo, que prevé el despliegue en la provincia de una fuerza multinacional de 28.000 efectivos, bajo mando de la Alianza Atlántica. «La única decisión correcta que se podía tomar era el rechazo a las tropas extranjeras en nuestro territorio», dijo Milosevic, para evitar que Serbia y Yugoslavia pierdan «su libertad y su independencia».

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