Que un partido recién llegado al panorama político nacional logre nada menos que 71.551 votos en su primera cita con unas elecciones generales en Balears no es cualquier cosa. Otros llevan décadas intentando colocar en Cortes a un diputado auténticamente 'pata negra' balear sin conseguir ni siquiera aproximarse, así que no es extraña la mezcla de envidia, frustración y displicencia con que desde algunas formaciones se mira a los recién llegados de Ciudadanos.
Pero las leyes de la física parecen ser implacables también cuando se aplican a la política, así que aquello que subió con la fuerza de un soufflé corre el riesgo de bajar a la misma velocidad de crucero apenas unos meses después. En las elecciones de abril, de este mismo año, con Joan Mesquida como candidato, Cs tocó el cielo con 90.340 votos y estuvo a punto de lograr su segundo escaño en el Congreso. Lo perdió a costa de Podemos por apenas 3.000 votos.
Las elecciones de este domingo tenían que ser la ocasión perdida para recuperar en las Islas ese escaño que no se obtuvo por los pelos, pero en el camino de Ciudadanos se han colado diversas circunstancias –esas leyes de la física– que han complicado sobremanera esta posibilidad.
A una crisis de la formación en Madrid, con sonadas fugas de destacados dirigentes contrarios a la negativa de Albert Rivera a cualquier pacto con el PSOE, se le sumó otra crisis autóctona.
La provocó la marcha de Xavier Pericay y de varios dirigentes de la formación en las Islas y tuvo su epílogo en una rocambolesca crisis en Palma alentada por la secretaria de Organización y su epíteto de ‘frikis', dirigido a los militantes del partido.
Ciudadanos lo tenía todo para conseguirlo todo, pero la cita del domingo se ha complicado de tal manera que, en Balears, puede acabar debatiéndose entre el ser o no ser. El ser o no ser implica situarse entre los dos escaños que le ha atribuido la encuesta del CIS, lo que supone doblar diputados, y el 0-1 que le da la encuesta publicada el pasado domingo en este diario, lo que implica quedarse sin presencia en el Congreso.
La proyección de todas las encuestas sitúan al partido a la baja por razones claramente vinculadas a la política nacional y a la percepción ciudadana de que una parte de culpa de que haya elecciones la tiene Rivera y su 'no es no' a Sánchez.
Si las cosas van mal, pagará el pato Joan Mesquida, que es el mejor candidato que podría tener Ciudadanos ya que encarna al milímetro ese espíritu fundacional de la formación, muy patriota, desde luego, pero más socialdemócrata que conservador.
Que Patricia Guasp, alma de Ciudadanos en el Parlament, ocupe ese segundo puesto de la candidatura que dejó libre Fernando Navarro al marcharse al gobierno de Castilla y León es la muestra de que la formación naranja aspira a conseguir un diputado, y punto. Sería un problema que Guasp se fuera a Madrid, pero, para que eso pase, Ciudadanos debe demostrar el próximo domingo que el soufflé sigue intacto por ahora.