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PQ, desde Lô al centro de la moda mundial

Pons Quintana ha puesto el calzado menorquín al más alto nivel, sin olvidar nunca su origen ni la esencia que los caracteriza desde su fundación

De izquierda a derecha, Carlos Fernández Pons-Quintana, Santi Pons-Quintana Sugrañes, Magda y Santi Pons-Quintana Palliser, Nuria Fernández Pons-Quintana y Gabriela Pons-Quintana Sugrañes, la segunda y tercera generación de la empresa, posan en una de las dependencias de la fábrica ante un retrato del fundador Santiago Pons Quintana. | Gemma Andreu

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La historia que vamos a contar se inicia en Menorca, concretamente en Alaior, aunque para ser fieles al origen diremos que todo empezó en Lô, que es como los menorquines llaman al pueblo. No es una casualidad que el abecedario recoja casi como una pareja de hecho a las letras P y Q. Son las iniciales de Pons Quintana, una referencia ineludible cuando se habla de moda, de calzado, de estilo. Empezaron como dos apellidos, los del fundador, pero hace unos años sus hijos los unificaron en uno, solo separados por un guion. Santiago Pons Quintana nació en Lô en 1929. Hijo de Santiago Pons, barbero y zapatero de profesión, y de Magdalena Quintana, de oficio aparadora.

LOS ORÍGENES. Santiago PQ no tuvo una infancia fácil porque las malditas consecuencias de la Guerra Civil se dejaban notar con crueldad en toda Menorca y especialmente en su hogar, ya que su padre y su abuelo fueron encarcelados durante algún tiempo por cuestiones políticas. El concu Pepe Quintana le dio trabajo en su fábrica de zapatos, mientras compaginaba los estudios y el deporte, su gran pasión. El ingenio le llevó a aprovechar los retales de piel que se desechaban en la fábrica para iniciar la producción de calzado infantil, un ejemplo magnífico de la economía circular que creemos haber inventado recientemente. Para redondear la operación, los zapatos para niños que Santiago PQ fabricaba por las noches, se ponían a la venta en una pequeña tienda que la familia de su novia Inés Palliser, que luego fue su esposa, tenía en el centro de Lô. La tienda, de nombre Can Dineru, todavía hoy se mantiene abierta.

La casualidad quiso que unos comerciantes islandeses de vacaciones en Menorca pasaran por el pueblo y se fijaran en el escaparate de la citada mercería y, concretamente, en los zapatos infantiles, de marca Chicarro, que allí se exponían. Quedaron encantados con el producto e iniciaron una sencilla negociación: adelantaron 200.000 pesetas para que en el plazo de un mes les enviasen a Islandia un pedido de 1.220 pares de esos zapatitos. Fue la primera exportación de Santiago Pons Quintana y, seguramente, el origen del negocio posterior. Los tratos con los islandeses duraron algunos años y, con los beneficios generados, funda Calzados Pons Quintana SA en 1953, se establece por su cuenta en un pequeño local del claustro del Convent de Sant Diego e inicia el lanzamiento fuera de Menorca del primer producto estrella de la casa: el zapato de niño Chicarro.

La fábrica actual de Pons Quintana se encuentra ubicada en el centro de ‘Lô’.

Santiago no dudó en recorrer España para vender sus zapatos. En uno de sus viajes a Madrid conoce Ramón Areces, el gran jefe de El Corte Inglés, y logra establecer una relación comercial, que aún se mantiene, y que les permitió conocer de primera mano el funcionamiento de los grandes almacenes. Sin embargo, el mercado español no era su único objetivo, ya que la globalización, otro de los mantras actuales, fue una de sus metas. Ya desde la década de los 50, Pons Quintana ha tenido una presencia muy destacada en el extranjero, principalmente en Europa y Norteamérica. Hoy en día, el volumen de exportación alcanza el 75% de su producción para más de 40 países.

Una de las consecuencias de ser proveedor de El Corte Inglés es que las instalaciones iniciales se les quedaron pequeñas, lo que propició un primer traslado a una nueva fábrica de más de 500 metros cuadrados en la que fabricaban 300 pares diarios de zapatillas de hombre, mujer y niño. Los buenos resultados y la prosperidad del negocio les llevó a otra nueva ubicación, la última por ahora, que tenía cabida para los 35 obreros con los que contaba. Era el año 1968 y la superficie que ocupaban superaba los 1.000 metros cuadrados. A principios de los años 70, Santiago PQ viajó a París para aprender nuevos sistemas de fabricación de zapatillas. Además aprovechó sus visitas y participación en ferias para ampliar su negocio en España, abrir mercado en Italia e iniciar la aventura de exportar a Estados Unidos, aprovechando los incentivos fiscales de la época. Fueron años de gran crecimiento truncado a finales de la década por la crisis industrial que sufrió la economía mundial. Las ventas se desmoronaron y la estabilidad de la empresa peligraba.

Calzados Pons Quintana sigue produciendo la casi totalidad de sus colecciones en su fábrica menorquina. Han ido adaptando las instalaciones a las exigencia del mercado, pero sin olvidar que gran parte de su producción se realiza de manera artesanal. En la actualidad, la plantilla está formada por casi un centenar de trabajadores, todos ellos residentes en Menorca. Son un ejemplo de industria local.

En 1977 se incorpora a la empresa Santiago Pons-Quintana Palliser, el hijo mayor de Santiago e Inés. Fueron años muy difíciles por la coyuntura económica, por los problemas internos de la adaptación a los nuevos sistemas de fabricación y por el choque de padre e hijo entre dos maneras distintas de entender el negocio y la gestión de la empresa. Sin embargo, Santiago PQ comprobó que su hijo estaba bien preparado y sus decisiones eran acertadas por lo que le permitió liderar el cambio de rumbo, tanto en la mejora de los ritmos de trabajo como en la competitividad de la empresa, que hizo que en 1981 se duplicara la capacidad de fabricación. Pero la aportación principal de Santi Pons-Quintana Palliser fue su visión para reinterpretar el mercado de la moda y su capacidad para dirigir su producción al calzado de mujer, una apuesta arriesgada que ha acabado siendo ganadora.

La pequeña de los dos hermanos, Magda, estudiaba Ciencias Empresariales en Barcelona, pero recibió la llamada de su padre para que se incorporara de inmediato a la empresa, ya que su contable dejaba la empresa para irse a un destino más cómodo. Volvió a Lô, con un cargo que podría denominarse como adjunta a dirección y que representaba asumir todo lo relacionado con la parte administrativa y económica del negocio. Era el año 1981. Desde entonces, Magda y Santi Pons-Quintana han compartido su labor en la empresa, primero con su padre Santiago, hasta su jubilación, y después con sus hijos Santi, Nuria, Gabriela y Carlos.

Santi y Magda son los actuales gestores de Calzados Pons Quintana SA, fundada por su padre en 1953. Magda ocupa la dirección general, mientras que Santi dirige el departamento de diseño.

TRAYECTORIAS. La trayectoria vital de Santiago Pons Quintana ha estado marcada por el amor a su familia, a su empresa y a su pueblo, del que fue teniente de alcalde en las primeras elecciones democráticas. Fundó y presidió la Cruz Roja de Lô, fue jugador y vicepresidente de su club de fútbol, promotor del centro cultural e impulsor del polígono industrial La Trotxa, además de presidente de PIME y haber ocupado cargos relacionados con los fabricantes de calzado. Oficialmente se jubiló en 1994, aunque siguió acudiendo a la fábrica diariamente mientras las fuerzas le acompañaron.
Santi hijo se ha dedicado sobre todo a la parte creativa y de diseño de colecciones, además de su comercialización, mientras que Magda ha estado al frente de las cuestiones financieras. Oficialmente es la CEO de la empresa, pero como ocurre habitualmente en las empresas familiares «hacemos de todo» responden al unísono cuando se les pregunta por el reparto de funciones.

EL TRENZADO. El gran hito de la marca llegó casi por casualidad en 1987. Era habitual que acudieran a ferias, tanto dentro como fuera de España, y fue en una de ellas, celebrada en Düsseldorf, cuando surgió su gran oportunidad. Magda cuenta como, además de la colección que querían presentar, llevaron también unos zapatos de mujer basados en el trenzado artesanal, pero sin mayores pretensiones. La organización no les había cedido un gran espacio, pero sin embargo este trenzado llamó la atención de un visitante francés conocedor de las creaciones de Stephane Kélian, que se enamoró del diseño y lo acabó convirtiendo en la colección más vendida de todas las que se presentaron en la feria. Nacía uno de los grandes éxitos creativos y de ventas de Pons Quintana. El trenzado que, inicialmente lo realizaban pequeños artesanos en Algaida y Campanet, sigue realizándose a mano de manera tradicional. Es el gran emblema de la marca y una referencia mundial en la moda del zapato de mujer. La incorporación de la tercera generación, los nietos de Santiago PQ se produjo de manera paulatina, a pesar de que como ocurre casi siempre, se habían ido de Menorca con la intención de no volver.

LOS ‘FIETS’. El primero de los fiets en regresar fue Santi Pons-Quintana Sugrañes (38 años), hijo mayor de Santi. Abogado de formación, trabajaba en el prestigioso bufete Cuatrecasas como fiscalista cuando decidió volver, hace ahora siete años. Se ocupa de toda la parte de operaciones y contratos. «Es el legalitas de la fábrica» dice su padre con una sonrisa cómplice. Tres años después se incorporó Gabriela (35), su hija pequeña, que estudió Administración de Empresas y residía en México, donde se había especializado en ventas y marketing online, un factor clave para su éxito posterior. Se ocupa del mercado digital y de todo lo relacionado con él: ventas, devoluciones, logística o publicidad. El siguiente fue Carlos Fernández Pons-Quintana (33), el hijo menor de Magda y el único que siempre había querido trabajar en la compañía familiar. Estudió Diseño y ha creado una marca propia integrada dentro de la empresa, Carlos Pons, en la que expresa gran parte de su potencial creativo. Es el lógico sucesor de su tío Santi al frente de todo lo relacionado con la creatividad de la firma. Su hermana Nuria (37) ha sido la última en incorporarse a la empresa, hace poco más de un año. También estudió ADE y se ocupa de las compras, así como de la cadena de suministro.

Los ‘fiets’ de la familia Pons Quintana han crecido y ya forman parte de la tercera generación al frente de la empresa. Ocupan puestos de responsabilidad acorde a su formación. Mantienen una excelente relación entre ellos tanto a nivel familiar como profesional.

No solo la familia por vía sanguínea trabaja en la empresa. El marido de Magda, Juan Carlos Fernández de Salort, también ocupa un puesto en la gestión. Y no debe hacerlo mal, ya que hace 43 años que el fundador lo incorporó a su equipo directivo. Es el responsable de la logística y digitalización, aunque, ya en la jubilación activa, va cediendo atribuciones a la tercera generación. Actualmente es el presidente de PIME Menorca. «Hacer equipo para poder delegar, delegar y delegar», es lo que explica Magda que más le repitieron en la última formación a la que acudió recientemente. Ambos hermanos lo practican a diario, con las dificultades que conlleva trabajar en familia.

EL FUTURO. Una de las cuestiones en las que ponen más énfasis es renovarse sin perder la identidad. Hay que mantener la esencia y eso lleva a los mayores a refrenar los impulsos de los jóvenes para que no olviden cual es el target de su clientela principal: mujer de mediana edad, moderna, con poder adquisitivo y sofisticada, pero sin estridencias. Mantienen las comidas familiares como tradición y no evitan los temas empresariales cuando surgen, aunque procuran que la mesa no sea una prolongación del trabajo.

Tienen un protocolo familiar que regula las relaciones de empresa y familia, pero su realidad actual no tiene nada que ver con lo que firmaron, porque se han ido adaptando en base a las circunstancias sobrevenidas. Asumen que si hay que incorporar personas externas a la familia será teniendo en cuenta los méritos profesionales y su capacidad para sumar talento. La plantilla actual es de unos 100 trabajadores. Casi toda la fabricación se realiza en la isla, más allá de algunos procesos puntuales que se llevan a cabo en el extranjero.

Cuentan con tres tiendas propias en Menorca, una en Madrid y otra en Toledo, herencia de un cliente que quiso probar la aventura comercial. La venta en córners, pop ups y tiendas multimarca son sus otros puntos de venta principales. Hoy, el gran cliente es internet, lo que requiere unos procesos muy laboriosos, especialmente en lo referente a devoluciones. En cualquier caso, tienen claro que la venta online es el futuro y así debe asumirse. Un futuro complicado porque su segmento de clientela sufre las consecuencias de la situación económica y retrae las ventas. El encarecimiento de las materias primas y la escasez de mano de obra cualificada tampoco ayudan.

Sin embargo, tanto Magda y Santi como sus hijos, que se han criado casi como hermanos, saben que San Crispín, patrón de los zapateros, es casi un vecino más de Lô y no les va a abandonar en su camino. El camino que inició Santiago Pons Quintana junto a su esposa Inés Palliser, con su primera venta a aquel grupo de comerciantes islandeses que hacían turismo en Menorca y que les ha llevado a calzar a mujeres de todo el mundo con sus zapatos, con sus botas y sobre todo, con los trenzados que mejor les representan. Como en la pequeña aldea gala de Asterix, los zapatos de Pons Quintana son la poción mágica que sitúa a Lô en el mapa mundial de la moda.

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