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Alojarse en la Menorca talayótica

Vista general del nuevo agroturismo de Rafal Rubí, que dispone de varios edificios. | Art Sanchez

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Con casi dos monumentos por kilómetro cuadrado, la densidad de yacimientos arqueológicos en Menorca es espectacular como lo es su peculiar integración en el paisaje, cuya existencia está muy cerca de ser reconocida por la Unesco como patrimonio de la humanidad. El poblado talayótico de Rafal Rubí Nou es uno de estos monumentos, con dos navetas funerarias y tres hipogeos o galerías subterráneas que merecen una visita y que desde mayo del año pasado tienen como vecino a un nuevo agroturismo que ha abierto sus puertas después de la rehabilitación de la finca de Rafal Rubí Vell, en el termino municipal de Alaior. Une maison familiale, como les gusta decir a los propietarios e impulsores de este proyecto de marcado carácter sostenible, el matrimonio formado por Charles de Mortemart y su esposa Diane, una de las familias más antiguas de Francia.

FINCA HISTÓRICA. Entrar en Rafal Rubí es entrar en la historia de la Menorca talayótica, la cultura árabe del agua y la de los nobles moradores de la finca desde el siglo XIX. Desde la prehistoria y la edad de bronce a nuestros días, Rafal Rubí o Robí ha sido un lugar en el que el hombre siempre ha querido vivir, trabajar y reunirse. Aunque Rafal procede el árabe (Menorca perteneció al islam durante varios siglos), el topónimo Rafal Rubí actual es muy probable que se remonte a una de las familias propietarias, según sugiere un informe histórico de la finca. Una de las sagas familiares fue Pons y Soler, que colaboró activamente con el archiduque Luis Salvador de Habsburgo-Lorena en la elaboración de Die Balearen. Ahora son los Mortemart los encargados de continuar escribiendo sus páginas desde que la adquirieron en 2017 y, tras tres años de obras, pudieron abrir el 18 de mayo de 2021 con la pandemia de por medio.

La directora Agueda Cardona junto a los propietarios, Charles de Mortemart y su esposa Diane.

Las trece habitaciones que dispone el agroturismo se reparten entre los cinco edificios que componen la finca. La imponente casa señorial, con planta baja, primera planta y porches, alberga cinco de ellas. La casa de payés acoge cuatro más y el resto se reparten entre el pequeño conjunto de edificaciones formadas por almacenes y edificios agrícolas auxiliares. Todo el conjunto arquitectónico ha sido rehabilitado al detalle y de la decoración y del interiorismo, se ha encargado personalmente Diane de Mortemart, que ha recurrido a la sobriedad y la elegancia en colores y materiales pero con un toque chic. Del día a día del establecimiento se encarga Águeda Cardona, con una larga trayectoria en la gestión turística en la isla junto a un equipo de siete personas en temporada alta. El matrimonio Mortemart también está muy presente porque les gusta poder recibir a los huéspedes y acogerlos como si aquella fuera también su casa. De hecho, a los clientes que llegan por primera vez se les recibe en las antiguas boyeras junto a la piscina, rodeada de terrazas, un espacio común y de encuentro sin la formalidad de una recepción al uso. «Procuro recibirlos yo mismo o mi mujer, les recomendamos los planes que haríamos nosotros para descubrir Menorca, compartimos nuestro tiempo con ellos siempre que podemos», explica Charles de Mortemart.

El aristócrata dedica su tiempo a la gestión del patrimonio familiar formado, entre otros, por un castillo en el corazón de Llimoges, el Château de Mortemart, además de una finca en la Borgoña donde sus hijas Gaëtane y Solenne reciben también a los clientes que desean alojarse. «Mientras que las fincas de Francia son la herencia recibida por mi familia a lo largo de los siglos, Rafal Rubí es nuestra casa soñada en Menorca», comenta. En el año que llevan abierto ya han recibido huéspedes de Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Alemania.

AUTOSUFICIENTE. El agroturismo de la familia Mortemart es un compromiso con la naturaleza y con la isla, una finca donde la sostenibilidad no solo se proclama como valor intrínseco sino que se practica en consecuencia. En este sentido, Rafal Rubí es prácticamente autosuficiente en materia de agua y energía. Dispone de un gran aljibe, una gran cisterna junto a la casa principal en una antigua cantera y una explanada excavada en la roca madre de 220 m2 de superficie, que en su conjunto les otorga una capacidad de 500.000 mil litros de agua que acumulan de la lluvia durante todo el año.

Una de las habitaciones decoradas por Diane de Mortemart.

Además, las aguas grises de todas las habitaciones se recogen y se tratan en una depuradora propia que les permite reutilizarla para poder regar la finca. A nivel energético, tienen instaladas 60 placas solares que les permite completar una huella de carbono muy baja, además de contar con un pequeño transformador para poder utilizar en caso de necesidad. «La circularidad y el reciclaje está también muy presente en Rafal Rubí y las personas que se alojan lo agradecen y nos felicitan por ello», explica la directora, Águeda Cardona. El agroturismo está abierto de marzo hasta diciembre.

FINCA AGRÍCOLA. Otro de los elementos destacados del agroturismo es su entorno típicamente rural del paisaje menorquín que conforma las cinco hectáreas de la finca de Rafal Rubí. Disponen de 350 olivos plantados de variedad arbequina y ordal con la que tienen previsto elaborar aceite en los próximos años para consumo interno, además de un huerto cultivado en seco con el que abastecen gran parte de los productos de temporada para la cocina del restaurante que dispone el agroturismo para sus clientes.

No falta un ejército de gallinas ponedoras para poder elaborar suculentos pasteles. En el apartado paisajístico destaca su jardín romántico, situado en la zona este de la finca, en la que tienen plantadas una amplia diversidad de plantas aromáticas y gran variedad de flores autóctonas de Menorca como lugar preferido para los Mortemart para deambular y distraerse, con sus canales de riego de inspiración y herencia árabe. También se han rehabilitado otros elementos etnológicos de la finca como los antiguos lavaderos o la era. «El cliente de Rafal Rubí tiene infinidad de lugares para descubrir, evadirse o incluso para el tiempo, como nos gusta decir a nosotros», concluye Charles de Mortemart.

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