La artista Concha Vidal centró su mirada en lo «trascendente» después de residir, durante el proceso de redacción de su tesis doctoral, en un pequeño pueblo de Cuenca. Toda la experiencia de vivir entre la naturaleza, así como su propia labor investigadora, la está volcando en su trabajo actual como profesora de Adema y en su práctica artística.
Fue después de la pandemia cuando Vidal pensó que había llegado el momento de ponerse con el doctorado, que inició en la Universidad de Bellas Artes de Cuenca y que contó con la dirección de Isis Saz. Decidió que estudiaría el cuerpo femenino y sus representaciones. Con esa idea, nació su tesis, bajo el explicativo título La representación de la mujer desde la sensación y cuya escritura le llevó apenas año y medio. «Trabajé rápido, la presenté en 2023, sabía bien lo que quería hacer. Estoy contenta, ya que fue valorada con un cum laude», señala la artista, que pudo realizar una performance en la propia universidad como complemento a su investigación.
A través de esa relación con Cuenca, se le presentaron otras vías a partir de las cuales pudo mostrar su trabajo, como es el caso de la Fundación Antonio Pérez, en la que Vidal presentó algunas piezas que transitan entre el vídeo y la performance. «Fue justo cuando me concedieron el premio Ciutat de Palma de Audiovisuales, y también se pudieron ver las piezas en festivales como el Evolution Mallorca International Film Fest», aclara Vidal.
Fruto de su experiencia investigadora, reconoce que su obra se convirtió en algo que «indaga en el trasvase que se produce de lo pictórico a lo performático, o dicho de otra manera, el viaje de unos personajes que cambian de espacio y generan otras obras».
Las vivencias en Buenache de la Sierra, el pueblo de apenas 100 habitantes en el que residió durante la etapa de escritura de su tesis, le afectaron respecto a ideas que tenía interiorizadas, como que «los artistas deben exponer mucho, pero comienzo a entendernos como un puente entre la comunidad y la metáfora, como conectores», señala.
Vidal, que nació en la Tramuntana, no pudo dejar de ver la relación entre las dos sierras; la mallorquina y la conquense, en la que se instaló, una montaña en la que «aún existían profesiones como la del pastor trashumante. Son dos espacios semejantes y completamente distintos: uno tuvo ‘éxito’ turístico, mientras que el otro no. Eso hace que ciertas costumbres estén más arraigadas. En Cuenca volví a rezarle a la naturaleza», señala una artista que reivindica «la crítica social en la obra, pero trabajada desde la metáfora. Me interesa la idea de lo trascendente como algo que no está tocado, que permanece puro».
Vidal imparte actualmente clases en Adema de dibujo y pintura, así como de arte digital, a los alumnos de tercero y de primero de la escuela. Considera que «hay una creatividad muy propia y una predisposición por parte del alumnado. Algunos vienen de familias que no tienen ninguna relación con el arte y otros de entornos en los que tienen relación y respeto por el material», explica la artista, que también considera que algunos de los alumnos «no se dieron ese tiempo para ellos en su momento y ahora están estudiando lo que hubiesen querido». La artista se muestra feliz en su rol docente y destaca el equipo de la facultad, liderado por Diego González y Amparo Sard, de los que resalta «su entusiasmo y su profesionalidad». Junto a Adema, en la colectiva SCRUM, Vidal presentó su primera instalación, que recoge el testigo de su trabajo previo en la performance.