Hernani, Guipúzkoa, año 1985. Alberto Martín Legorburu es asesinado por los GAL. A raíz de su muerte, su hermano Ángel se enrola en ETA junto a su novia Irene. La casualidad hace que sean aceptados en el mítico programa Un, dos, tres... responda otra vez y la banda les ordena que ganen el tiempo necesario con el objetivo de poder crear un Comando Madrid. Esta es la trama de Patria, la buena (Autsaider Divisón Sesuda), la nueva novela de Ricardo Gómez, conocido por ser el letrista del irreverente dúo Ciclos Iturgaiz. El de Ordizia firma con esta su quinta novela que es un ejemplo de ironía, humor negro y mucho más con un guiño de Fernando Aramburu y cierta interpretación de la historia de Euskadi y España desde la propia portada.
¿Cómo surge la idea de la novela?
—Surge de la nada. Bueno, de la nada nada tampoco, ya que me rondaba la idea de escribir una novela y estaba sobrexcitado a la espera de que se produjera algo dentro de mí. Y eclosionó, entonces sí, de la nada, con una pregunta. ¿Te imaginas que unos de ETA van a concursar al Un, dos, tres… responda otra vez, mientras colaboran en tareas logísticas con el comando Madrid? Fue hacerme la pregunta y saber al instante que habría novela.
La novela se ambienta cronológicamente en un periodo muy concreto, del 85 al 86, con el atentado del Monbar, el asesinato de Zabalza, etcétera. ¿Por qué esa época y cómo la recuerdas a nivel personal?
—Es la época de la que más material tengo almacenado en mi memoria. Material literario en forma de sensaciones, sin nostalgia, ya que no es un tiempo al que me gustaría regresar. Por lo que fuera acumulo con siniestra nitidez lo acontecido en cuanto a atentados, cobras recibidas y resultados deportivos del Celta, que por supuesto después cotejo con la hemeroteca (las cobras, no). Cierto que, a la hora de escribir, para las descripciones de los personajes y los lugares me dejo llevar por cómo los recordaba por encima de cómo eran realmente. Por eso escribo ficción y no novela histórica.
¿Queda algo de la Hernani que aparece en la novela? ¿La conoció bien?
—Todo se diluye según pasa el tiempo. Del Hernani de mediados de los 80, queda algo… pero poco. El descampado al que hago referencia en la novela como 'la zona de nadie' ya está urbanizado. Yo soy de Ordizia, y políticamente son pueblos de una sociología y evolución similar. Lo que me llamó la atención de los cinco años que me pasé Hernani era la huella que había dejado la inmigración de Extremadura de los años 50-60, mayor de la que había en el interior de Gipuzkoa. Por eso, en la novela he querido describir algo más que el relato tópico sobre ETA. En Hernani la reconversión industrial tuvo un impacto serio. Buena parte de los trabajadores procedían de Cáceres (más que de Badajoz), hubo bronca obrera, además de la política, y por la reconversión del PSOE (iniciada por la UCD) muchos extremeños tuvieron que regresar a sus lugares de origen no precisamente por ETA. Y esa parte olvidada e interesada del relato me revienta.
El tono es irónico y humorístico, desde el humor negro, aunque el contexto general es de todo menos divertido, ¿cómo has trabajado este tono en la novela?
—A diferencia de mis novelas anteriores, quería evitar que fuera una novela graciosa En Patria, la buena el humor está en la sinopsis. Es verdad que hay algunos gags, pero la novela en general tiene una atmósfera oscura, gótica, e incluso con algún acontecimiento en el umbral de lo sobrenatural. Ese punto oscuro a lo mejor es porque hace tiempo que no me río, por los tiempos que nos está tocando vivir, por la edad, o yo qué sé, pero me ha salido así y me gusta la hostia. Luego están los protagonistas, que no son unos héroes. Toda esa mezcla creo que funciona.
Ya solo el título marca el tono de la novela, ¿cuál es la ‘patria buena'?
—Patrias buenas; pocas o ninguna. En todo caso, la buena, desmilitarizada, sería aquella que defiende y apoya con medidas efectivas a las clases populares, a las mujeres, a las diferentes lenguas y culturas, y a las personas migrantes.
Es obvio que si hay una buena hay una mala… y parece que todos sabemos cuál es. ¿Tan mala es la Patria de Aramburu?
—Con Aramburu me pasa lo que con algunos guitarristas; que tienen que demostrar lo bien que tocan siendo incapaces de interpretar algo sencillo y bonito. Lo siento, pero me cuesta pasar una página. Y otro tanto me sucede con Javier Marías. Sobre la novela Patria, de Aramburu, me imagino que será ficción basada en algunos hechos reales. Siempre hay autores que balancean la ficción hacia sus propios intereses sobre todo si saben que les reportará pingües beneficios por encima de la calidad de la prosa.
La novela trata algo tan turbio como son los GAL y el uso de los mecanismos del estado para la guerra sucia contra ETA, pero esto visto desde lo cañí y lo esperpéntico tan español, al fin y al cabo. Se junta así lo ridículo con lo horroroso. Es decir, que en el mismo país en el que el Un, dos, tres… triunfaba, ETA y el GAL mataban. ¿Es muy así este país?
—Creo que sí porque forma parte de la idiosincrasia propia heredera del franquismo, a su vez heredera de las monarquías, a su vez heredera de la Santa Inquisición. Es decir, una España conformada por horrorosos influencers históricos. Luego que si curas pedófilos, creyentes puteros, o policías cocainómanos. Se tuvo la oportunidad de romper con toda esa mierda en la Transición, pero no.
¿Crees que se ha escrito suficiente sobre esta parte de la historia de nuestro país?
—Sí, pero no se ha profundizado. Y cuando se ha hecho, salvo alguna cosa muy aislada, ha sido como denuncia contra ETA, como si a finales de los 70 o mediados de los 80 hubiera habido una depuración automática de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como si la ultraderecha y la policía formaran parte del paisaje, como si lo que sucedía en los cuarteles fuera consecuencia de ETA, o como si el franquismo hubiera sido posterior a ETA.
Por otro lado, ¿crees que se ha escrito suficiente sobre ello en el tono de la novela?
—Es incómodo. Hay un relato oficial, no solo en cuanto a qué contar, sino en cómo contarlo. En mi caso sí que he notado (poco) cierta incomodidad en algún ámbito, pero como no tengo ninguna mochila demagógica al respecto, me veo libre para escribir lo que quiera, con el tono que crea conveniente sin que me venga nadie de los que ponían cara de consternación cuando las bombas de ETA explotaban de abajo hacia arriba pero que cerraban los ojos cuando las bombas de la OTAN explotan de arriba hacia abajo. Y si me van a decir algo, al menos que me lean «Patria, la buena», que quizás se lleven una sorpresa, para bien.
¿Crees que se ha abusado del moralismo en las ficciones y diferentes aproximaciones a ETA, el GAL, etcétera?
—Claro. Moralismo e imposición de un relato, pero a la hora de llevarlo a la ficción los GAL no tienen demasiada presencia. Mi impresión es que buena parte, no sé cuánta, de la sociedad española estaba de acuerdo con el terrorismo de Estado, pero terrorismo, al fin y al cabo, y claro, quema y escuece. No olvidemos que televisaron en directo, por TVE, la entrada en la cárcel de dos jefes de la banda terrorista GAL con el presidente del Gobierno de España abrazándose a ellos.
Recientemente La infiltrada ganó el Goya a Mejor Película, ¿la has visto?
—La vi hace poco. El retrato se retrata en el momento que irrumpe el etarra Sergio Polo, interpretado por Diego Anido, con un papel similar al que interpretara en As bestas, o sea, de chungo, solo que, en La infiltrada, para demostrar que es muy malo (no vale con ser de ETA), también maltrata al gato de la poli infiltrada. Ojo, que igual la infiltrada real nos cuenta que sí, que ella vio a uno de ETA que mataba gatos. Vamos, que toda la vida escuchando que la policía son unos txakurrak (perros) y resulta que eran de ACAB, pero del all cats are beautiful.
Por hacer ficción y fantasear… en el caso de una adaptación al cine/televisión de Patria, la buena, ¿a quién te imaginas dirigiendo y protagonizando?
—Uy lo que daría por ello…. Cierto que me cuesta un mundo el cine actual español (esos actores y esa dicción que me obliga a poner los subtítulos). Creo que, para la dirección, Cobeaga lo haría bien. Pero como me gustaría que tuviera un punto más oscuro escogería a Sorogoyen. Lo ideal, lo que sería la leche sería encontrar un buen productor que convenciera a Santiago Lorenzo para que volviera a dirigir… y además una novela mía. Para los actores; veo a Aura Garrido en el papel de la inspectora Luisa Álvarez (mi personaje favorito), y a Quim Gutiérrez interpretando a Ángel Martín Legorburu, el de ETA.
ESTO ES LO REAL : La historia de ETA en cifras: 853 asesinatos ( 22 de ellos niños ) 3.500 atentados y más de 7.000 víctimas.