Hace 17 años, Rafa Cortés (Palma, 1973) estrenó en la Sala Augusta su primer largometraje, Yo, protagonizada por Àlex Brendemühl y que le cosechó una gran cantidad de éxitos al isleño. Tal fue el retorno que explica Cortés que sus razones para hacer cine quedaron, de alguna manera, «saciadas». Ayer, no obstante, Cortés estrenó en el mismo sitio su esperada segunda película, Amanece en Samaná, que llega a las salas de cine el próximo 8 de noviembre y que se ha visto antes en el Evolution Mallorca International Film Festival.Con un reparto de lujo encabezado por Luis Tosar, Luis Zahera, Luisa Mayol y Bárbara Santa-Cruz, es una comedia dramática que tiene la particularidad de haberse rodado sin guion y prácticamente improvisada en su totalidad.
La primera es casi obligada. Han pasado 17 años desde que estrenó su primera película, ¿qué ha estado haciendo durante todo este tiempo?
—Para tranquilidad de todos he vivido los 365 días de estos 17 años con sus 24 horas con relativa felicidad y actividad, aunque quizá no tan visible. Parece que no he hecho nada, pero no es el caso. Me han pasado muchas cosas, algunas interesantísimas. La respuesta a por qué no he hecho cine en tanto tiempo es que las razones por las que empecé quedaron completamente saciadas con Yo. Con esa peli tenía la expectativa de ir a un festival y fui a 120; pensaba que igual me caía un premio con suerte y tuve no sé cuántos; y hasta me recibieron embajadores de mi país en países que no sabía ni que existían. Tuve un retorno de amor tan potente que podía dedicarme a fracasar el resto de mis días. Las razones ya no eran válidas y he tardado en encontrar buenos nuevos motivos para meterme en este berenjenal.
¿Cuáles son esas razones?
—Son diferentes y quizá por eso la película también lo es, aunque no tanto. Sigo hablando de las cosas que nos convierten en quienes somos. La primera hablaba más de la búsqueda de la identidad y de la aceptación y esta otra del control de quienes somos. Me apetecía hablarle al público al que no llegué en mi primer largometraje sin olvidarme de aquel al que sí hablé.
¿Cómo aborda los temas de los que quiere hablar?
—Personalmente no creo en el destino, en la idea de que las cosas están predeterminadas. O por lo menos no de forma literal, pero sí creo que la película habla de hasta dónde podemos llegar con la idea que uno tiene de sí mismo. Hay algo en nuestro ADN, en nuestra forma de educarnos, de formarnos, que hace que no sea tan diferente que tomemos una decisión u otra y al final no cambian tanto las cosas por estar con una persona u otra. Creo que la partitura de cada uno es la misma y hay variaciones, como tocarla de manera más alegre o más acelerada, pero la partitura es no cambia.
El filme tiene comedia, pero se adentra en el drama, ¿cómo ha jugado con el tono?
—El género de la película que he hecho, como espectador, no lo suelo disfrutar. Una comedia española vacacional con rostros famosos y basada en éxito teatral [de Jordi Garcerán]. Es una película que no me hace ilusión ver, pero la veo igualmente y pienso que esto o aquello lo haría diferente y que me hubiera gustado añadirle más verdad a los personajes y no buscar tanto el chiste. Aquí no he trabajado buscando el histrionismo. Creo que la vida está llena de cosas graciosas sobre todo cuando las cuentas, al tomar distancia. El peor día, el más horroroso, puede ser la anécdota más divertida que tengas, y esta película cuenta desde un prisma de comedia una historia muy dramática con personajes que lo pasan realmente mal.
Ha rodado cronológicamente para potenciar las improvisaciones, ¿cómo ha sido el proceso?
—Teníamos que rodar en verano sí o sí por temas de conciliación y teníamos luz verde a un proyecto sin guion a seis meses de rodar. Pensé: ¡esta es la mía! Yo he trabajado mucho la improvisación, así que lo hicimos así. Ha sido un proyecto de trabajar fuera de la zona de confort todo el tiempo, pero mi confort es estar en esa zona. A los actores también les ha ido bien porque convivían 24 horas juntos y vivían una realidad que era la misma que la de sus personajes. Luis Tosar me dijo que no había tenido un grado de concentración igual en ningún otro proyecto. Hasta soñaban con la película.
Por último, ha manifestado su deseo de rodar su próximo largometraje en Mallorca con Victoria Luengo y Enric Auquer, ¿cómo está la cosa?
—Toda mi energía, inercia e intención es rodar aquí.Esa es mi apuesta, pero depende de que los números cuadren para justificar el sobrecoste que supone venir a la Isla y más ahora que la temporada dura todo el año. Es cierto que la historia puede ocurrir en otros lugares y hay que tener en cuenta que encajar un equipo de rodaje, localizaciones, estancias, etcétera, es complicado y ha de poder ganar a otras opciones el venir aquí. Necesito conseguirlo y tengo una primera entrada de una plataforma que ya ha apostado con prácticamente la mitad del presupuesto. El tema es conseguir hacerlo aquí.