El artista Lluís Vecina Rufiandis (Porto Cristo, 1995) halló en su casa la típica postal de souvenir, de cuando Mallorca se empezaba a publicitar como el destino turístico ideal. La adquirió su abuela, que en aquella época vendía helados en Sa Coma, por una sencilla razón: aparecía su hijo, el padre de Vecina, cuando tenía 7 años. Lo interesante, destaca el creador, es que aquella postal era obra del fotógrafo Joan Andreu Puig Ferran, que había cubierto como fotoperiodista el desembarco de Bayo, durante la Guerra Civil y que, a partir de los 50, se especializó en fotografía comercial y publicitaria a partir de la creación, junto a Antoni Campañà, de una empresa pionera pionera de postales turísticas: (CYP).
«Es curioso cómo donde podría ver una postal inocua, hedonista y apolítica puede tener tanta mala leche detrás. Hay que tener en cuenta que en Sa Coma se produjo el grueso de la expedición y todavía hay unos 500 cuerpos de republicanos bajo la arena, la misma en la que toman el sol los turistas», explica Vecina, quien añade que «conocemos la Guerra Civil en Mallorca por cancelación y negación, pero no por reconocimiento. Soy de Porto Cristo y no fue hasta los 19 años que supe que el conflicto más importante de la guerra había tenido lugar allí mismo; no hay ni rastro de todo aquello».
Conectado con Puig Ferran está Jaume Moll, «el último contrabandista en activo» que fundó la cadena hotelera Royaltur, construyendo en Sa Coma el Hotel Royal Mediterráneo. «El juicio duró quince años, terminó en 2015 y fue, después de Rumasa, el caso de corrupción más flagrante de la historia de España. Perdió su imperio, pero todavía hoy la playa continúa siendo suya», añade.
La coincidencia de estos dos personajes, unidos simbólicamente en esa postal familiar, es el punto de partida de la exposición Feliços els fills dels temps intranscendents, comisariada por Marta Marín-Dòmine, que se inaugura este jueves a las 19.00 horas en Es Baluard Museu d’Art Contemporani.
La propuesta, que según reconoce Vecina Rufiandis podría haberse materializado en «un documental, un libro o quedarse en una anécdota de bar», se despliega con una «instalación multimedia, una herramienta muy narrativa que, además, se comunica muy bien con la literatura». Todos los elementos convergen en este «cóctel un tanto extraño», que arranca con la postal citada, además de una fotografía anónima de 1936 del bando sublevado en Porto Cristo y se «refuerza» con un audio de la Secretaría General de Turismo de 1964 en conmemoración de los 25 años de paz.
Asimismo, en la sala reina una postal de grandes dimensiones del Hotel Royal Mediterráneo de Sa Coma. En su reverso, a modo de «memorial» aparecen las postales de todos aquellos que desaparecieron en el frente. Dos castillos, uno de cemento y otro de arena, abren y cierran, respectivamente, la muestra.
Por su parte, la comisaria valora que el proyecto del mallorquín ahonda en el planteamiento de que «todos somos herederos o víctimas de algo que sucedió en el pasado y que todavía no hemos solucionado». «Hay dos aspectos importantes en su trabajo: la memoria que viene de un origen dramático, que es la Guerra Civil y que todavía está por descubrir, con los cuerpos en las fosas comunes, sobrepone el franquismo a la explotación económica y la destrucción del paisaje», razona.