Con su primer libro, Todo lo que sé sobre el amor (2019), la reconocida periodista Dolly Alderton (Londres, Reino Unido, 1988) se alzó como la voz de toda una generación. A ese fenómeno editorial, que ha despachado más de un millón de ejemplares, le siguieron Fantasmas (2021), Querida Dolly (2023) y su más reciente novela, Todo final es un comienzo, lanzada este mismo año y en el que aborda una ruptura sentimental desde un prisma masculino. La autora, que escribe sobre citas, belleza y feminismo en The Sunday Times, The Telegraph, GQ o Marie Claire, charló ayer sobre su trabajo en el Festival Literatura Expandida a Magaluf (FLEM).
¿Qué es para usted el amor?
—Es una buena pregunta. Supongo que sería presentarte tú misma ante alguien y ser entendida. El verdadero amor es poder ser tú misma, que te entienda, que te cuiden, a pesar de los defectos y las contradicciones que puedas tener, en los dos sentidos.
¿Su relación con la literatura siempre ha sido de amor?
—Sí, aunque hubo un breve momento cuando empecé la universidad que perdí el amor por la lectura, pero ese amor regresó. Tengo un affair apasionante con la literatura.
El libro está narrado en primera persona por un personaje masculino, ¿es muy diferente cómo un hombre vive una ruptura amorosa?
—Me ha ayudado a entender ciertas cosas, no solo en el tema del desamor o cómo los hombres viven una ruptura amorosa, sino en cuanto nos parecemos los hombres y las mujeres en ese sentido. Y como tenemos muchas similitudes a la hora de gestionar el dolor, de transitar en él. La diferencia está en la manera de comunicarlo.
Al meterse en la mente de un hombre se habrá encontrado con ciertas contradicciones.
—Me sorprendió muchísimo darme cuenta de que hasta qué punto un hombre se vuelve loco también tras una ruptura sentimental. Tradicionalmente, el espacio que tenemos hombres y mujeres para expresarlo, para hablarlo, para aconsejarnos, es muy distinto entre unos y otros. Creo que los hombres heterosexuales no tienen ese espacio dentro de la amistad para hablar, dejarse aconsejar, la mujeres sí.
¿Cómo pueden ayudar las mujeres a los hombres a tener esa conversación?
—Los hombres con los que hablé [entrevistó a una quincena de hombres, con 50 minutos de grabación, durante la preparación de la novela] me dijeron que no tenían las herramientas necesarias para tener esa conversación, porque no le gusta estar expuestos a ningún tipo de vulnerabilidad y tienen miedo a parecer estúpidos. Las mujeres podrían alentarlos a buscar ese lenguaje que les permita abrirse, ser vulnerables.
¿Son muy diferentes las historias de amor de nuestros padres y abuelos a las de la generación millennial?
—Creo que ahora es muchísimo más difícil y hay dos razones generacionales. La primera es que vivimos muchísimo más tiempo y ese compromiso eterno para toda la vida da mucho miedo. Seguramente, muchas de las mujeres que nacimos en 1988 viviremos hasta los cien años. La segunda tiene que ver con internet, el mundo se ha abierto de una manera alucinante y la conciencia de tener tantas opciones hace que el compromiso sea mucho más complicado.
La gente ama el amor, pero también las historias de desamor.
—No ser correspondido en el amor es lo peor que te puede pasar, prácticamente está al nivel del duelo, de una enfermedad, o de la misma muerte. Creo que todos lo hemos experimentado y no puedes pasar por la vida sin haberlo vivido. Creo que la atracción por las historias de desamor tiene que ver con el concepto mismo de sobrevivir a uno mismo, es algo que nos pasa a todos.
En la novela, Andy encuentra en sus propias vivencias el material perfecto para su trabajo. ¿Es la realidad la mejor ficción?
—Sí, sí, totalmente. Yo empecé escribiendo sobre la realidad, y una de las cosas buenas de escribir ficción es que puedes llenar esa ficción de mucha realidad sin que nadie la encuentre.
¿Cómo lleva su relación con la fama y su participación en festivales como en el que nos encontramos?
—Mi relación con la fama es algo bastante nuevo, soy una persona pública o conocida desde hace unos seis años, y como con cualquier relación se pasa por diferentes fases. Ahora estoy en una fase dulce, buena, y hay otros momentos que tienen contrapuntos, tengo que terminar de encontrar la manera de sentirme cómoda. Respecto a los festivales, busco conocer a la gente que trabaja en ellos, al público que asiste, y sobre todo compartir ideas y vivir una energía poderosa y que se percibe aquí paseando alrededor del hotel.
Ha contado que como columnista recibe infinidad de cartas de lectoras y lectores. ¿Se siente abrumada?
—Me abruma el contenido. Hay veces que me doy cuenta de que la persona que me pide un consejo no necesita una respuesta en una columna público, sino la de un terapeuta. Si percibo un problema lo suficientemente serio lo que hago es no responder. Soy consciente de mis limitaciones.
¿Cómo asume esa situación?
—Siento empatía y agradecimiento e intento ayudar, ese sentimiento de ayuda es bueno, pero lo que realmente me abruma y entristece es ver la cantidad de gente que está sola.