Carlos Baute supo moldearse en las etapas cruciales de su vida. La primera, a mediados de los 90, para saltar del público adolescente al adulto; y ahora, en plena madurez vital y creativa, para entrar en el radar de las nuevas generaciones, hijos de sus fans primerizos. Dicha evolución es una facultad reservada a unos pocos elegidos. Y es que, en un contexto excedido de nuevos géneros y artistas, afianzarse en la cima equivale poco menos que a escalar el Everest. El ciclo Es Jardí acoge este viernes, a partir de las 22.00 horas, a este venezolano cosecha de 1974, experto en las ‘patologías’ del corazón, que trata con pop latino, bachata, merengue, salsa, reguetón, balada y otras medicinas para el cuerpo, el alma… y las caderas.
¿Con que ánimo sube un artista que no tiene nada que demostrar al escenario?
—Con la pasión que te genera la gente, la música es mi pasión.
¿Su carrera sigue siendo su prioridad o se ha convertido en un proyecto que otorga más pedigrí que satisfacción?
—Sin duda es mi prioridad profesionalmente hablando, en lo personal mi familia es lo primero, pero gracias a mi carrera puedo brindarles todas las herramientas que necesitan.
En una entrevista aseguraba que la música ha sido la clave de su felicidad, ¿pero también porque le permite olvidar?
—Más que olvidar, me hace vivir más apasionadamente. La música es un leit motiv muy potente porque las canciones forman parte de nuestra vida. Es así desde que me compré mi primer disco, que era de Michael Jackson. Así que más que para olvidar me sirve para recordar momentos de satisfacción. La música es compañía
A juzgar por sus letras parece estar encadenado al amor, ¿es su mayor fuente de inspiración?
—Sin duda. El amor es el motor de la vida, da igual si es por tu pareja, por un animalito, por amistades o la familia.
La incorporación de reguetón a su lecho instrumental suena muy natural, ¿fue fácil la conversión?
—Sí. Al final solo hubo que adaptar el sonido a mis melodías y letras. Hay que estar al tanto de las evoluciones del mercado. Y ahora te voy a dar un adelanto: entre finales de septiembre y principio de octubre publicaré un EP de siete canciones. No habrá reguetón, será un disco de merengue y salsa que me está quedando super sabroso. Será un disco con un sonido muy Jose Luis Guerra, soy un fanático de su música. No te puedo adelantar el título del EP pero puedo decir que está relacionado con el Caribe.
En El chisme, el tema que cantó junto a la mallorquina Chenoa, abordan una ruptura a ritmo de reguetón. ¿Fue difícil llevarla a ese terreno ajeno a su producción musical?
—Mira, la convencí a la primera. Laura es muy exigente pero por encima de todo le gusta la música. Le envíe la canción en plena pandemia y no tardó en contestarme que cuándo la grabábamos.
¿Forma parte de su carácter esa melancolía que asoma por algunas canciones?
—Sí, pero mi melancolía es alegre. Yo soy más de la felicidad, incluso cuando canto temas tristes.
¿El auge de nuevos estilos y la forma de consumir música han transformado su profesión?
—Totalmente. Los artistas como yo no solíamos girar por Europa pero con la llegada de Spotify e Itunes ves las estadísticas de escuchas en Italia, Inglaterra y otros países y alucinas. Es por eso que el próximo año quiero hacer una gira europea, y será posible gracias a los avances digitales.
En su profesión, ¿cuál es la importancia real de tener una visión positiva de la vida?
—Creo que es importante para cualquier carrera, cuando te cierran puertas y hay fracasos hay que ser positivo, de los fracasos se aprende más que de los éxitos.
¿Qué reconocimiento valora más?
—Que los fans vayan a mis conciertos.
¿Cuál es su principal defecto y su mayor virtud?
—Soy muy despistado y virtud que soy muy positivo.
¿Qué le saca de sus casillas?
—La injusticia y la corrupción.
¿Qué sueño jamás podrá realizar?
—Vivir del reggae (risas).
¿Cómo ha cambiado su relación con el éxito?
—Creo que con la edad se disfruta más, se ve con una perspectiva diferente.