En Acquaforte, Carlos Gardel cantaba ‘hoy miro con pena lo que en otro tiempo miraba con ilusión'. Esa melancolía, reflejo de amargas letanías, se reproduce en la obra de Luz Casal, mujer de cabellera oscura, mirada felina y una voz inolvidable que conjuga rock y jazz con dejes latinos. Pero solo es una fachada. Realmente esta gallega no se reconoce en la nostalgia, tiene demasiada buena opinión del presente y es consciente de que cualquier tiempo pasado ya ha pasado. Se ha ganado el derecho a vivir el presente y disfrutar de las pequeñas cosas, a ver siempre el vaso medio lleno. Una versión de El Canto del Gallo, una de las grandes luminarias de Radio Futura, reflejo del costumbrismo de una época, es su último aporte creativo. La presentará el próximo 22 de junio en el Pula Golf de Son Servera.
¿Qué le animó a rescatar El Canto del Gallo?
—No es la canción más conocida de Radio Futura, pero describe nuestra vida de músicos ambulantes, me pareció acertadísima.
¿Será la avanzadilla de un disco de versiones?
—No lo sé. Quizá. A día de hoy lo que más me interesa es llegar a cada concierto a tope. Por otra parte, cuesta mucho hacer un nuevo álbum con tus experiencias vitales… ya veremos qué ocurre.
Precisamente su último LP, Las ventanas de mi alma, podría catalogarse como su trabajo más introspectivo, ¿siente que es el que mejor le representa?
—Sí, necesitaba comunicarme con los demás, tenía unas ideas que quería compartir. Este álbum es una suma de todos los anteriores, siempre me propongo ir más allá de lo que he hecho.
¿Qué explora la parte más personal de sus canciones?
—El autoconocimiento. Hay canciones que me desvelan cosas que no sabía que pensaba de mí, defectos que ignoraba que tenía.
Este álbum genera sensaciones contradictorias, por momentos se muestra vulnerable, pero hay pasajes de una cierta furia contenida…
—Esa rotundidad la produce el sarcasmo, las cosas con un añadido extra, con pimienta… El tema Antes que tú es un buen ejemplo.
A nivel musical, ¿su eclecticismo es el reflejo de su personalidad?
—Sí, sin ninguna duda, más el añadido de la aventura. Yo no vivo de forma rutinaria, no estoy en la música para hacer lo que ya hice, un nuevo trabajo significa que haces cosas nuevas dentro de tu personalidad musical.
Cuarenta años después, ¿la ardua preparación de un disco sigue obteniendo recompensa sobre el escenario?
—Sí, siempre, aunque la recompensa es menor que lo que has puesto.
¿Cómo afronta cada concierto para que no sean idénticos?
—Mi personalidad lo hace único cada día, nunca canto igual.
¿Cree que la naturalidad que desprenden sus canciones ayuda a conectar a la audiencia con aquello que está explicando?
—La naturalidad es esencial para mí, no soy una máquina, soy muy influenciable con lo que ocurre a mi alrededor. No veo posible expresarme de otra forma.
¿Las buenas canciones son las que acompañan a su generación?
—Por supuesto. Hay canciones atemporales que perduran en el tiempo que quizá pasen por un período de olvido pero siempre regresan.
¿La música es un reflejo de nuestras inseguridades?
—Sí, y de muchísimas otras cosas: la felicidad, la certeza, las dudas, los propósitos…
¿Qué tienen canciones como Piensa en mí, Un año de amor o No me importa nada para seguir cautivando y ser una apuesta segura suenen donde suenen?
—Pues me gustaría poder decirte algo de forma muy rotunda, pero el éxito de una canción es un misterio, conecta con la gente por el ritmo, por la melodía. Sí te puedo decir que recuerdo que cuando salió Piensa en mí tuve la sensación de que habíamos hecho algo muy interesante.