De forma inesperada, como ella misma lo define, Cati Bestard (Inca, 1982) acabó en 2014 en Estados Unidos estudiando un máster en Columbia y, a partir de ahí, fue enlazando universidades y estudios. Ahora reside en Massachusetts, donde acaba de empezar a impartir clases de fotografía «entendida como un arte más allá de la imagen, que se extiende a otros formatos y disciplinas» en Smith College.
Sin embargo, a pesar de la distancia, Bestard no ha dejado a un lado su vínculo con Mallorca y precisamente en su pueblo natal inaugura este miércoles por la tarde, a las 19.30 horas, su proyecto. Concretamente, se trata de la presentación del libro Ca s'abuela y de la exposición Pols, que podrá verse hasta el próximo 20 de febrero en el Claustre de Sant Domingo de Inca. Allí es donde se celebrará este doble acto, presentado por Pilar Rubí.
Ca s'abuela es una «historia visual» que surgió en 2017, cuando la abuela de Bestard murió y vaciaron su casa de Inca. Allí se encontraron con mucho polvo acumulado, pero con una atmósfera intacta. En ese momento, la artista estaba estudiando un máster en Estados Unidos, y durante la pandemia decidió «condensar» ese proyecto en formato libro.
Proyecto
«Empecé a hacer fotos y luego las proyecté en casa, como si las refotografiara. Cada vez se apreciaba menos la imagen original y se producía una suerte de solapamiento de dos espacios, puesto que se proyectaban sobre un espacio arquitectónico. Por otra parte, mi padre me dio los negativos de las fotografías que él había tomado en los años sesenta. Ha sido como aunar temporalidades diferentes», detalla. Las fotografías creadas, pues, generan «un nuevo espacio que no está ni aquí ni allá», construyendo una «puerta imaginaria que mira atrás y adelante a la vez, aceptando la transformación, la suma y la resta».
Asimismo, Bestard señala que el libro no tiene título, una decisión bien meditada. «Son historias invisibles, que puede vivir cualquier persona, pero que al final también configuran la historia de mucha más gente. Además, tampoco quería destrozar la imagen abstracta de la portada, en la que se muestra el polvo encima de un negativo», añade.
«A raíz de la investigación me he dado cuenta de que, más allá de lo personal, emocional y familiar también hay ciertos patrones que se repiten y que, en consecuencia, configuran una parte de la historia socioeconómica de la Isla. Aparecen, por ejemplo, edificios y negocios de Inca que ya no existen, como la destilería que regentaba mi familia, que cerró en los años setenta, como tantos negocios que se vieron relegados a un segundo plano con la irrupción del turismo», detalla.
Así las cosas, Bestard propone «un experimento fotográfico» que se materializa en este libro y en la exposición que da vida a una época pasada de Inca y de la Isla. De esta manera, el polvo que ilustra la portada indica «la ausencia de personas y de superficies que no se han tocado en mucho tiempo y que han acumulado otras materias». Pero, a la vez, «hay un vacío narrativo, imposible de llenar, de relatos complejos, vidas pasadas, recuerdos y decisiones imposibles de transmitir por ser tan inabarcables como desconocidas».
Al fin y al cabo, «la imagen fotográfica es un trozo de realidad fragmentada, un lenguaje con muchas carencias, como cualquier otro lenguaje».