Fue el último premio honorífico en ser anunciado por el Atlàntida Mallorca Film Fest tras Liv Ullmann e Irène Jacob y el primero en recibir el galardón Masters of Cinema. Ha sido la huelga de Hollywood la que lo ha provocado, ya que la noruega no pudo asistir a recoger su reconocimiento, pero no hay huelga que por Noé no venga, y el cineasta argentino, que ya presentó el año pasado en la Isla su último film, Vortex, aceptó la invitación. Y lo hizo con un suculento aliciente: la proyección en 3D de su cinta Love, un acontecimiento de esos que se recuerdan y que tuvo lugar en La Misericòrdia con la insigne presencia de C. Tangana, reconocido seguir de Noé, y responsable de entregarle el premio. Una noche de película, vamos.
Ya estuvo el año pasado aquí para presentar Vortex, ¿repite porque le gustó la experiencia?
—Sí, me encantó. Tenía buen recuerdo de Mallorca porque vine con 13 años en mis primeras vacaciones europeas, y me gustó mucho la idea de volver, pero no tuve tiempo de ir a Deià que es donde me quedé, y ahora quiero intentar ir. Además, poder ver Love en 3D me divierte mucho.
Le entrega el premio C. Tangana, ¿conoce su trabajo?
—Le conocí en San Sebastián el año pasado y me cayó muy simpático. No conocía su música, pero ahora he visto más y muy bien. Cada uno con su mundo.
¿Sigue pensando que Vortex es su cinta más accesible?
—Creo que es la más dura y la más apta para el público. Creo que es una película que se sufre más si se es adulto y se tiene familiares en condiciones similares [en referencia al Alzheimer].
¿Es su cinta más comercial?
—La más comercial, extrañamente, es Irreversible y Love. De hecho, durante el confinamiento la gente la buscó mucho, supongo que por su material erótico, y todos terminaron haciéndose la paja con ella en las cinco puntas del mundo.
El sexo, las drogas y la violencia están en toda su filmografía, ¿por qué esas temáticas?
—Porque me preocupan en la vida. ¿Por qué Eloy de la Iglesia hizo tantas películas sobre la heroína y los adolescentes?.
Su acercamiento a estas ideas, sin embargo, es muy cruda.
—Sí, pero casi todas son muy conceptuales. El distanciamiento aparece por el formalismo que tienen. Son objetos cinematográficos con colores vivos y efectos musicales que no aparecen en la vida real. No son documentales.
Hablando de Love, ¿por que decidió rodar esta cinta en 3D?
—Estuve años jugando con una cámara de fotos en 3D, así que compré una de vídeo. En esa época, mi madre estaba enferma y a punto de morir, y yo la grabé. Me encantaban los resultados. Entonces hablé con un amigo que estaba haciendo una cinta así y me dijo que el gobierno daba un subsidio para hacer cine en 3D, y justamente trabajaba en Love y me dieron esa ayuda. Me gustó mucho el resultado, pero las cámaras eran muy pesadas, como una nevera. Era como rodar con un elefante en la habitación.
¿Por qué decidió rodar la violación de Irreversible con un plano fijo y sostenido 12 minutos?
—Cuando dirijo funciono por instinto, como en la vida cuando vas a una fiesta y no sabes cómo vas a divertirte hasta que llegas. No hago storyboards, sino que espero a que los actores se pongan en sus posiciones, improvisen, y empiecen a actuar en los lugares más lógicos. Ahí veo los mejores ángulos. En el caso de una violación, me parecía como si hubiera una presencia humana más si la cámara estaba en mano y el hecho de tener la cámara pegada a la cara de ella hace que te sientas más próximo a la víctima y no tanto al violador. Además, si la cámara se mueve de un lado a otro es como si hubiera un cómplice en una violación grupal.
¿Qué últimas cintas ha visto?
—Pues me gustó mucho The zone of interest, la nueva de Jonathan Glazer, que quedó segunda en Cannes, y también he estado todo este mes viendo toda la filmografía de Eloy de la Iglesia porque han hecho una retrospectiva en la Cinemateca Francesa. He visto algunas que ya conocía, como El pico, y otras que no conocía, como Otra vuelta de tuerca. La verdad es que me ha encantado.