Es una de las actrices más queridas de la televisión por su papel de Herminia en Cuéntame como pasó, ha aparecido en más de una treintena de películas y ha trabajado en incontables obras de teatro. Sin embargo, no es la actuación lo que traerá a Palma a María Galiana (Sevilla, 1935), sino la poesía. Será con el recital Yo voy soñando caminos, de gira desde hace dos años, en el que estará acompañada al piano por Francesc Blanco y por el barítono Luis Santana. La cita, organizada por Euroclàssics, es el 5 de marzo, a las 19.30, en la iglesia Sant Felip Neri de Palma.
¿Por qué eligió el poema de Machado para titular este recital?
— Fue una cosa fortuita, pero es bonita la idea de que la vida es un camino que recorrer y el soñar caminos diferentes según lo que uno quiera realizar. En estos versos se habla de ese final más o menos otoñal de la vida y sirve como introducción, pero no tiene más trascendencia.
Llegó al cine por casualidad, no por vocación.
— Hace 23 años que me dedico a la interpretación, que engloba las series, el cine y el teatro. En el cine tuve mi momento y ya ha pasado, ¡ni me acuerdo de mi última película! Y sí, llegué al cine por casualidad porque unos alumnos míos me ofrecieron trabajar en una peliculita. No se estrenó ni nada, pero casualmente llegaron a Sevilla Juan Diego y José Luis García Sánchez que buscaban a una señora con mis características y me eligieron a mí. Fue la primera película profesional que hice, Pasodoble, en el 88. Desde entonces he participado en muchas películas, no llevo la cuenta, pero un periodista la hizo por mí y resulta que aparezco en 35. Nunca tuve la ilusión de ser artista de cine, pero sabía que tenía capacidad para interpretar, que podía ser buena actriz, porque había hecho teatro en la universidad y me había ido bien.
Su entrada en el mundo de la interpretación coincidió con su jubilación como profesora. ¿Piensa jubilarse de los escenarios?
— Si puedo, no. Uno se jubila del teatro porque su salud no le permite continuar. Mira Arturo Fernández, prácticamente murió sobre un escenario. En el cine es distinto, una vez has tenido tu momento de fama, es difícil que te vuelvan a llamar.
¿Lo dice con resignación?
— Lo digo como conocedora o analista de realidad, porque no me pasa solo a mí, sino a todos. El otro día en los Goya, a los que no pude asistir porque me había comprometido hacía tiempo con otro evento, pensé: ¡La de chicos y chicas que ganan un Goya y luego no he sabido nada más de ellos! Los directores quieren a gente nueva, descubrir nuevos talentos. O, si no, recurren a actores que ya conocen. Es normal. El auditorio de Sevilla estaba lleno de actores que no trabajan.
Usted ganó un Goya en el 2000 por su papel en Solas, de Benito Zambrano. ¿Le cambió la vida? ¿Cómo lo recuerda?
— No, en absoluto. Fíjate que fui el sábado a la gala, en Barcelona, el domingo volvía a Sevilla y el lunes daba clase en el instituto. Todavía no me había jubilado porque no había terminado el curso. Recuerdo un dolor de pies horroroso porque llevaba tacones. Recuerdo mucho cansancio. No fui a la fiesta de después, no me gusta el jaleo, no es mi mundo. Disfruto más siendo espectadora. Soy muy espectadora. Disfruto de un buena ópera, de un concierto o de una gran novela, también me gusta mucho viajar.
Hablando de los Goya, ¿qué opina del palmarés?
— Estoy muy ocupada con la gira del recital y la verdad es que cuando descanso no voy al cine. Últimamente no. He visto Un año, una noche y me ha gustado mucho, también Modelo 77. Pero no he visto As bestas ni Alcarràs, pero me sorprende que esta no haya ganado ningún Goya después de llevarse el Oso de oro en Berlín. Tengo un vicio tremendo: veo muy poco cine español. Me apetece más ver la coreana Todo a la vez en todas partes. Soy poco chovinista, cuando me gusta una cosa no miro la nacionalidad. Soy muy exigente para el cine y enseguida veo los defectos. Me cuesta entusiasmarme con las películas españolas, aunque claro que hay de muy buenas. Pero no me acaba de gustar el tono, la manera de solucionar las secuencias, sobre todo los diálogos. Hablan demasiado, cuentan poco con imágenes. A mí me gusta el cine que da espacio al espectador para pensar.
Hace poco recogió el premio de honor como reconocimiento a toda su carrera por parte de la Academia de Cine de Andalucía.
— Es un premio que ha inventado la Academia de Cine andaluza, es la segunda vez que lo dan. La primera fue, como no podía ser de otra manera, a Antonio Banderas. No veo claro que me lo hayan dado a mí, yo se lo hubiera dado a Antonio de la Torre. No soy una artista de cine.
Es muy humilde.
— No, soy realista. Reconozco cuando lo hago muy bien. Sé que soy buena actriz. La mayoría de premios se dan por una vanidad muy grande. Y muchas de las cosas que se hacen es con ese fin: ganar un premio. Me parece todo un poquito exagerado.
¿Le aborrece que la recuerden por Herminia de Cuéntame o le tiene mucho cariño?
— ¡Cómo no le voy a tener cariño si me ha dado la fama! La gente que hace teatro no es nada conocida, en cine tampoco te creas... La gente conoce más la televisión que el cine, aunque hay excepciones claro, como Penélope Cruz. Si yo he llegado al último rincón de España, incluso a los pueblos con ocho habitantes, que los hay, es por Cuéntame. Me conoce hasta el último mono. La anécdota más sorprendente es cuando una mujer colombiana gritó mi nombre en medio de la Capilla Sixtina, en el Vaticano.
En su estado de WhatsApp pone 'contenta'. ¿Se siente así?
— Al mal tiempo buena cara, conmigo siempre. No me quejo, aunque en ocasiones lo paso mal. Tengo problemas como todo el mundo y, de vez en cuando, también disgustos. Pero no tiene más trascendencia.