Si me hubieran dicho hace apenas unos meses lo que se ha vivido este fin de semana en el antiguo Aquapark de Calvià les habría tomado por locos. Después de dos años en los que parecía que nuestro mundo había cambiado para siempre, en los que temíamos que a los únicos eventos a los que íbamos a asistir serían online, el Mallorca Live Festival ha demostrado que queremos bailar juntos, que nos queremos abrazar, tocar y besar. El amor es lo que nos hace grandes como seres humanos y en estos tres días se ha visto mucho amor. Amor del bueno, al compás de grandes nombres de la escena nacional, internacional y también local. Porque nuestros artistas también han estado ahí, dándolo todo. Un éxito sin precedentes para una Mallorca que estaba sedienda de tener su propio festival de música y ya lo tiene. Es más, está y no piensa marcharse.
Debo reconocer que, este domingo, a más de uno le fallaban las piernas; las ojeras eran el look estrella, pero la intensidad del cansancio acumulado era inferior a las ganas de vivir y disfrutar, porque la música tiene algo especial: la magia para unir a las personas. Casi como un ritual ancestral. «Yo quiero bailar, toda la noche», como decían Sonia y Selena en aquellos discos de verano que ya son historia. Ese fue el ánimo que se ha respirado estos tres días.
El Mallorca Live Festival se despidió hasta el año que viene por todo lo alto con uno de sus artistas más importantes y aclamados: Muse. La banda británica es una de esas tocadas por el cielo que tienen el poder de agotar entradas en apenas minutos y llenar estadios kilométricos. Rock del bueno, ese que se te mete en el pecho y te deja sin aliento. Sin duda, una experiencia única. Hasta el año que viene.