Si en Vozdevieja (Blackie Books, 2019) Elisa Victoria (Sevilla, 1985) abordaba una tierna infancia en ojos de una niña llena de inquietudes y curiosidades con sabor a verano, con el El evangelio (Blackie Books, 2021) irrumpe un invierno especialmente frío a ojos de una joven de 20 años que está estudiando Magisterio Infantil. Debido a su caótica organización burocrática, la protagonista debe aceptar unas prácticas en un colegio religioso que va a poner a prueba su desencanto y frustración con el mundo. La autora de estas dos novelas, muy bien acogidas por crítica y público, presentó ayer en el Rívoli de Palma su último libro en un acto organizado por Rata Corner.
En El evangelio, Victoria reconoce que construye una crítica mordaz a la educación y a todo un entramado, «ya que el sistema educativo es un gran brazo del sistema, como un tentáculo de un pulpo que castra la creatividad de los niños exigiéndoles cumplir unas labores pesadas y anodinas». «El sistema introduce a unos nuevos seres humanos en un monstruosa educación que es una representación futura de lo que se encontrarán, la frustración por la exigencia de la competitividad y la productividad», añade.
«Aquí la protagonista mira la infancia con un punto de vista más comprensivo y está obsesionada con tender la mano y brindar calor a los niños para reforzar sus características individuales, para que no se pierdan en el camino», detalla. Asimismo, el libro se lee como un diario íntimo de una joven que sufre unas experiencias que le llevan a un «hastío vital al que los niños llegan demasiado pronto».
Por otra parte, la historia se ambienta sobre todo en el año 2007, una fecha nada casual que la autora ha escogido porque «es justo antes de la crisis de 2008, pero que ya se va anunciando, como si fuera un precipicio».
De hecho, al final aparece el ya icónico episodio protagonizado por Britney Spears. «En el calendario escolar, relacioné el miércoles de ceniza, tan crucial en el relato, con el episodio de Britney porque me servía de símbolo de la caída de todas las esperanzas de una generación. Ella era la princesa, la reina de la ilusión adolescente. Además, se le echó toda la culpa a ella, cuando fue el sistema que la estuvo oprimiendo desde niña. Tenía dinero dirán algunos, pero nada compensaba las faltas de respeto que sufría continuamente», insiste.
«En 2008 llegará un desengaño mucho peor, pues a partir de entonces ni siquiera las buenas estudiantes encuentran trabajo, ni siquiera trabajos basura. Somos una generación más desesperanzada que la anterior en décadas. Si bien las cosas han mejorado en terrenos ideológicos, la desigualdad sigue creciendo», concluye.