En la Fira del Llibre de Palma, la poeta y narradora Anna Gas (Barcelona, 1996) proporcionó ayer las claves de los doce relatos que componen su último libro, El pèndol (Proa), explicando los detalles de unos personajes con relaciones complicadas. El escritor Biel Mesquida la acompañó en la presentación del libro, que mereció la última edición del Premi Mercè Rodoreda.
¿De qué manera la tensión entre los personajes es el motor de los relatos del libro?
—En la tensión es donde se genera el conflicto y me interesa que el lector llegue a descifrar hacia dónde van los personajes, que están algo ciegos sobre su destino. En todo caso, tienden a situar su conflicto fuera, sin llegar nunca a mirar hacia ellos mismos.
¿Cómo ha construido su mirada literaria en El pèndol?
—Es, a la vez, una visión optimista y pesimista. No tengo una gran fe en la humanidad. La forma de presentar a los personajes es más bien pesimista, con poca confianza en ese sentido. Al mismo tiempo, pienso que si he sido capaz de escribir un libro de estas características, significa que, en algún lugar de mi ser, aunque sea en las profundidades, hay un cierto optimismo. Represento el mundo como lo veo y esto puede llegar a generar un cierto motor de cambio en personas sensibles o interesadas en lo que explico. Es mi grano de arena para llegar a un cambio, con una cierta esperanza.
Más allá de los tópicos, ¿en qué sentido la juventud representa una virtud en su literatura?
—Me siento completamente libre de escribir lo que quiera, sin estar limitada por ninguna norma social o tradición. Escribo sin prejuicios ni impedimentos. Escribo en absoluta libertad.
Su narrativa está llena de imágenes.
—Es algo bastante inconsciente, quizás imputable al hecho de llegar desde la poesía, al tratar de traducir imágenes poéticas al mundo de la narrativa.
¿Cómo fue el paso de la poesía a la narrativa?
—Fue algo muy natural. Cada vez he escrito de la manera que he necesitado para expresarme. Con la poesía, tenía ciertas ideas a contar y podía hacerlo con los versos. De repente, surgieron ideas, personajes y escenas que requerían el desarrollo de unas escenas en forma de relatos, sin llegar al formato de una novela, porque se trataba de ideas diferentes.
El lector va descubriendo cómo son los personajes de los relatos, sin que ellos mismos sean conscientes de su forma de ser.
—Van por la vida sin demasiada consciencia. Es una cierta crítica por mi parte, para que sea el lector quien se refleje en los personajes y tenga una distancia crítica, para no parecerse a ellos.
En cierto modo, es el lector quien acaba cerrando los relatos.
—No me lo he planteado. Imagino que no me gusta concluir de forma tajante. Expongo unos conflictos sin llegar a una resolución muy clara. Por otro lado, no me gusta dar lecciones a nadie. Me gusta que sea el lector quien reconstruya lo que cuento, que haga su próximo camino. No es algo que me importe, cerrar los relatos.
¿Qué representó ganar un premio importante, que lleva el nombre de Mercè Rodoreda?
—Es una de las autoras que más he leído. Empecé a leerla en el instituto y confieso que me impactó enseguida. La siento cercana a nivel psicológico. Su lectura fue mi manera de acercarme a la literatura, a sus personajes femeninos. En poesía, me ha interesado mucho la obra de Rosa Leveroni. Me gusta leer novela contemporánea. Hay también una influencia de las películas de Yorgos Lanthimos. Sobre el premio, todavía estoy sorprendida.
La elaboración del lenguaje es una cuestión fundamental en El pèndol. ¿Cómo ha trabajado la narrativa?
—Al principio, te planteas un estilo para crear un determinado efecto. Antes de empezar a escribir, le doy muchas vueltas a los personajes, al argumento y, también, al lenguaje. Puedo estar muchas horas para escribir un párrafo.
En alguno de los cuentos, indiga en la institución de la familia como si fuera una cárcel.
—La presento como una cárcel que está y no está, como algo que determina los primeros años, porque después se manifiesta a lo largo de la vida. En el relato de La gàbia, quería contar la historia de alguien que crece en una jaula, metafóricamente, y trata de salir de ella. Cuando es mayor y ya no está en la jaula, con otras características, sigue encarcelado. Es muy difícil para el personaje ser libre. Se prefiere una situación desagradable pero conocida. Hay muchas condicionantes para la libertad y uno de ellos es la crianza familiar