El cineasta David Trueba es un asiduo a la Isla, pero por la razón que sea todavía no la había visto a través de su cámara. Eso por fin va a cambiar gracias a El hombre bueno, la primera película que el varias veces premiado con un Goya rueda en Mallorca protagonizada por Jorge Sanz. Centrada en Andratx y Cala Llamp, se trata de una producción «muy modesta», cuenta el realizador, y solo lamenta «no tener algo más de tiempo para mostrar más lugares, como Palma, Deià o Valldemossa, que me encantan».
El film sigue al personaje de Sanz, el hombre bueno de la cinta. O lo que es lo mismo, «una figura que aparece en procesos de separación como mediador y amigo de ambas partes». Trueba ya rodó con él ¿Qué fue de Jorge Sanz?, aunque aquí «hace un papel diferente», el de un «personaje equilibrado» centrando la acción en «un lugar de vacaciones donde se pasea mucho, con paisajes de costa, de mar y algún paseo en barco. Sin masificación».
Sobre rodar junto a un «amigo», como Sanz, Trueba confiesa que «fácil y difícil a la vez». Están «es una ventaja saber adonde puede llegar el otro y que haya confianza en el ambiente, pero ni la confianza ni la tensión excesiva son buenas en un rodaje».
Buenismo
Sobre otro hombre bueno, Héctor Abad, escribió Trueba el guion de El olvido que seremos, cinta de su hermano. A la pregunta de si son necesarios estos hombres en nuestra sociedad, Trueba contesta que le «parece absurdo que en una época con tanta maldad exista el apelativo negativo de ‘buenista'», y añade que «es obvio que no se puede ser bueno las 24 horas, pero la pulsión de hacer las cosas bien, algo casi siempre inútil a corto plazo, engrandece».
Además, sobre el hecho de Héctor Abad, asesinado por sus críticas en Colombia, destaca que «lo anómalo es hacer una película tan frontal sobre alguien que se esforzó por hacer el bien cuando lo glamuroso es lo criminal, pero no todo van a ser camisetas de El Patrón».
Por último, Trueba destaca el papel de Mallorca como plató: «Tiene muchas posibilidades». Él, de hecho, ya ambientó parte de su novela breve Blitz en la Isla, y reflexiona que «tras la pandemia, recuperar viajes y la conexión nos demuestra que los lugares puente nos unen más de lo que creíamos», aunque critica que «todavía no son todo lo social y cultural que debieran ser. Esa es la gran tarea de Europa, convertir el mercado en una sociedad común, y una de esas demostraciones tiene que ver con el recorrido de vacaciones, visitas turísticas y el conocimiento de los idiomas».