Sabemos que el fracaso nos hace más fuertes. De eso va el romanticismo de la derrota que late en los textos de Walter Scott, William Blake y Lord Byron. María Zahara Gordillo, ‘Zahara' para el mundo, siempre ha cultivado ese sustrato entre dramático y épico. Su último disco, Puta, contiene nuevas gemas de desaliento sentimental, envueltas en guitarras hipnóticas y hermosas atmósferas de teclado. La andaluza aterrizará con su esperado álbum en el Mallorca Live Summer, el próximo 23 de julio, en el Antiguo Aquapark de Calvià.
Zahara habla de la derrota sin tapujos, con una franqueza elogiable. «Creo que muchos de los que hacemos canciones somos personas que nos sentimos derrotadas, sobrepasadas por lo que nos está pasando. Hablar de ello en nuestras canciones es una vía de escape para sobrellevar nuestras vidas, al menos en mi caso», confiesa la artista. Que a renglón seguido matiza entre risas que «aunque la derrota forma parte de mi vida, yo aspiro a ser feliz y a hablar de otras cosas en mis canciones, pero esto es lo que he vivido y no me queda otra». Bueno, realmente sí le queda otra. Y es abordar tan espinoso tema desde una perspectiva novedosa, desde un púlpito de belleza. Como buena «esteta», la artista reconoce que «me encanta rodear de belleza las emociones tristes, las hace más épicas, al estilo Lana del Rey». Con esa solvencia estética nuestra protagonista plasma en un repertorio sincero que estremece el alma.
Esta joven menuda que con apenas 12 años compuso su primer tema, se vio de la noche a la mañana compartiendo escenario con artistas de la talla de Javier Krahe y Miguel Ríos. Reconoce que fue una estimulante escuela de vida. Luego llegó la banda sonora de Tengo ganas de ti, donde puso el acento romántico al triángulo amoroso que formaban María Valverde, Clara Lago y Mario Casas. Las relaciones, el desamor, la rutina y las dudas son sus habituales ejes narrativos, plasmados en canciones que pueden ser interpretadas de diferentes formas, aunque «me gusta que la gente las haga suyas», subraya. Sin mentiras ni medias tintas, todas ellas «hablan de mí, sugieren mi propia experiencia», reconoce. Su estilo autobiográfico adquiere protagonismo en Puta, su elepé más directo, personal y explícito. Inspirado en «una serie de cosas terribles que traté de esconder durante mucho tiempo, pero me di cuenta que hacerlo me producía aún más dolor». Se refiere a una serie de agresiones machistas que sufrió de pequeña.
Dolor
Ese dolor soterrado floreció en pleno confinamiento: «Llevaba un mes encerrada en casa, aburrida, deprimida, sin poder tocar, y empecé a pensar, a darle vueltas a la cabeza. Fue así como tomé la decisión de escribir estas canciones, que dedico a todas las personas que alguna vez han llamado ‘puta' a alguien sin saber el profundo daño que le pueden haber ocasionado. Es duro pensar que basta una palabra para humillar y empequeñecer a una persona».
Queda claro que la experiencia de composición ha sido, esta vez, más terapéutica de lo habitual. «Así es. Llevaba un año yendo a terapia porque me he divorciado y estaba tratando de entender los fracasos de mi vida. Mi terapeuta me acompañó en el proceso. Hacer canciones abre, ayuda a indagar y ponerle nombre a cosas que no quieres volver a experimentar». Su psicóloga no fue la única que arrimó el hombro: «Escuchar en bucle el álbum 1989 de Taylor Swift me salvó la vida».
Recientemente, Zahara ha protagonizado su segunda incursión televisiva. Una historia, una canción es un espacio de Movistar+ en el que viaja por diferentes rincones de la geografía nacional descubriendo historias emocionantes, bellas y también duras, en la medida en que reflejan realidades que no suelen aparecer en el telediario. «Ha sido una experiencia transformadora, llevaba cuatro meses confinada en casa, sin hablar con casi nadie, ni cantar, no quise hacerlo vía streaming porque estaba de bajón y no quise mostrarme así de mal. Y salir para grabar los episodios fue el empujón que necesitaba», concluye.