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Marga Melià: «A las mujeres se nos ha dicho siempre que estemos calladas»

La cineasta Marga Melià posó en la barriada de Blanquerna para este diario. | M. À. Cañellas

| Palma |

Marga Melià (Palma, 1982) puede presumir de ser la primera mujer cineasta de Baleares en estrenar una película en salas comerciales. Ese hito lo logró con su debut en el largometraje, Bittersweet days. Ahora, la realizadora regresa con un cortometraje, Dona, una cinta dura y con una fuerte carga emocional protagonizada por la actriz catalana Rosa Cadafalch y rodada el pasado verano en Mallorca. Lo estrenará esta noche, a las 20.30 horas, en el acto de clausura de la décima edición Atlàntida Film Fest en Ses Voltes de Palma.

Lo primero, ya un clásico. ¿Como afectó la pandemia a Dona?
— Ya estaba rodada y teníamos la postproducción hecha. Acabábamos de llegar a un acuerdo con un distribuidor y eso se quedó un poco parado hasta que pudimos retomar nuestras vidas. Era todo muy extraño, muy loco.

Tras el éxito de su primer largo, Bittersweet days, regresa con un cortometraje.
— Así es. Mucha gente aún se extraña y me pregunta: ‘¿Por qué no haces un segundo largo?’. Ya lo haré, pero no necesito que sea ahora. Intento hacer cosas que me enamoren, tengo que estar muy convencida con la historia que voy a contar, sino prefiero esperar. La historia de Dona fue la primera que me enamoró después de Bittersweet days.

¿De dónde surge Dona?
— Está basada en un texto teatral de la catalana Queralt Riera, que es amiga mía y me dio libertad total para trabajar su texto y adaptarlo al lenguaje audiovisual, que no fue una tarea fácil porque no es una obra al uso, es muy poética. El proceso fue muy chulo.

Es una película muy dura, con una trama y unos giros que dejan al espectador removido, tocado.
— La obra es dura, Queralt suele escribir tragedias y me flipan todas ellas. Es importante para mí que haya un tema profundo, pero siempre lo había tocado de otra manera más ligera o comestible. Dona no tiene filtros. Funciona, al final haces algo para que la gente sienta cosas y Dona acaba removiendo algo. Bien sea porque has vivido una historia similar, porque te las han contado o entras por otra vía. Yo, por suerte, no he vivido algo así, pero para mí es muy significativo, al margen de la trama, el tema del silencio. El silencio puede ser también culpable. Muchas veces se habla maravillas del silencio, y vale, a veces sí, pero también tiene la otra cara, que es horrible. Esa mujer, la protagonista, por haber callado luego ya su vida ya no tiene salida. Su gran pecado fue callar.

Siempre se ha dicho que las mujeres han callado mucho a lo largo de la historia.
— En este filme es todo muy simbólico. Están la abuela, la madre y la hija, tres generaciones, y todas ellas callan. Es algo que nos han enseñado siempre, que tenemos que calar, te dicen ‘calladita estás más guapa’ o ‘las niñas no hacen tantas preguntas’. Se lo inculcaron a las abuelas y ellas lo han transmitido a las siguientes generaciones. Esa transmisión del silencio también es importante porque esa enseñanza no funciona en realidad, hace daño. Tiene que haber un corte generacional que diga ‘basta’.

La mujer es la protagonista del filme, también tras las cámaras.
— Es importante que haya mujeres escribiendo y dirigiendo historias, y también lo es que haya personajes femeninos potentes. Son las dos caras de una moneda que tiene que servir para cambiar el paradigma del patriarcado en el cine.

¿Por qué escogió a Rosa Cadafalch para ser esa Dona? Su rostro transmite tristeza, silencio, como si estuviera podrida.
— Totalmente, está enferma de haber callado tanto. El filme plantea una cuestión, ¿por qué tenemos que callar los pecados de otros? El trabajo de Rosa es increíble. El casting es la mitad del éxito.

Regresa al Atlàntida Film Fest.
— Me siento muy vinculada al festival porque ahí empezó todo con Bittersweet days. Jaume Ripoll [su director] siempre me ha apoyado y es la ocasión perfecta para estar ahí.

Sigue siendo la primera y única mujer cineasta balear que ha estrenado un filme en salas.
— Es muy difícil hacer una película y, sobre todo, que llegue a las salas de cine. No solo para las mujeres, también para los hombres.

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