Ramón Boldú es una especie de Harvey Pekar español. En los años 90 se revela como uno de los pioneros patrios del cómic autobiográfico con obras como Bohemio pero abstemio (La Cúpula) y Memorias de un hombre de segunda mano (Glénat), serializadas en la revista El Víbora y más tarde recogidas por Astiberri en un volumen integral. Su periplo vital siguió en El arte de criar malvas (2008), Sexo, amor y pistachos (en el que narra su experiencia como guionista de una película porno) y Los guionistas nunca ligan (2013). Más recientemente Astiberri también editó La vida es un tango y te piso bailando, donde Boldú cede parcialmente el protagonismo a su padre y a otros familiares, y Los sexcéntricos (2017), donde recuperaba las páginas hechas para la revista del destape Lib y ofrecía una crónica de la época.
En Perdidos por el más allá, Boldú sigue erre que erre e inicia una tetralogía biográfica que empieza por este título: El nacimiento de la superheroína. En este caso, nos trasladamos a 2003, donde el autor nos hablará de la nueva relación que está empezando después de dos divorcios. Vive con sus padres y dos perros, y está pintando una escena de El Bosco en el sótano de lo que será un club de intercambio para parejas en Barcelona. La directora del club va a ser Ana Flash, amante del propietario, una joven a la que le han metido en la cabeza que está poseída por Eva Perón y que tiene poderes; todo gracias a los experimentos a los que está siendo sometida por un investigador de la NASA, colaborador de Jiménez del Oso y amigo del dibujante.
Boldú vuelve en plena forma para hacer de su vida arte, y eso son pocos los que lo pueden decir. Tener la habilidad de conseguir enganchar al lector y guiarlo por la maraña de viñetas atestadas de detalles y de textos inacabables y no sólo no cansarlo, sino dejarlo con ganas de más es mérito de unos pocos, y uno de ellos es Boldú. Porque el autor catalán sabe que la vida no es una tragedia, sino un fandango en el que perdemos el pie constantemente. Las anécdotas que el autor nos cuenta se hacen divertidísimas, aunque sean triviales, y revelan la verdadera esencia del ser humano: contradictorio, terco, superviviente. Boldú despliega un coro de personajes a cual más curioso, y sus historias se quedan en el limbo entre la realidad y la ficción. Él dice que todo es verdad, pero sabemos que todo artista es un farsante.