María Olvido Gara Jova, a quien la inmensa mayoría conocemos como Alaska, recala los próximos 17, 18 y 19 de enero en el Auditòrium de Palma con la gira de la obra teatral La última tourné, escrita por Félix Sabroso y coprotagonizada por un reparto repleto de caras conocidas para nosotros, y amigos para la cantante: Bibiana Fernández, Manuel Bandera, Marisol Muriel, Cayetano Fernández e incluso su marido, Mario Vaquerizo.
Una obra que retrata la España de los 90, tan conocida por Alaska, en la que una compañía de variedades se ve obligada a renovarse ante los inminentes cambios que azotaron a la sociedad española y que los llevan a representar –o al menos intentarlo– La comedia sin título de Federico García Lorca.
Interpreta a Paca Castellón, una vedette obligada a reinventarse, ¿cuánto de usted hay en Paca?
— Paca es la persona más distinta a mí del mundo. Cuenta chistes y yo soy incapaz; está llena de miedos y toma sedantes; cuando le dicen que tiene que cambiar, lo hace. No se parece en nada a mí y he intentado darle un tono diferente en el carácter para separarnos.
¿La última tourné es una obra sobre reinventarse a uno mismo?
— Sí pero no. Parece que si no te reinventas no sirves y tienes que hacerlo quieras o no, y no es así. Hay que hacer lo que a ti te dé la gana, como artista y como persona, da igual si eres ingeniero informático o actor. La gente tiene que cambiar si quieren, pero no porque se hayan quedado anticuados, que es lo que les pasa a los desgraciados de esta obra: como parece que se llevan cosas nuevas intentan hacer un Lorca que ni entienden y no les sale.
¿Qué tal es trabajar rodeada de amigos ?
— Pues todo salió por casualidad. Bibiana [Fernández] y Manuel [Bandera] tenían su obra, El amor está en el aire, y Mario y yo aparecimos de forma especial un fin de semana. Descubrimos que nos gustaba trabajar juntos y nos quedamos porque nos respetamos y queremos. Pero trabajar con amigos no es bueno en sí, si no tienes una forma de trabajar no funciona. Tengo algunos amigos con los que no trabajaría nunca.
¿Y con su marido, Mario?
— A Mario le conocí trabajando, aunque esto es muy diferente. En el teatro nos llevamos mejor y discutimos menos porque su forma de preparar las obras es parecida a mi forma de trabajar, que es muy metódica. Se adapta a mí.
En la obra lleva un traje de enfermera sexy, ¿espera polémica?
— Mi personaje es una vedette cómica que a veces contaba chistes de médicos, y vestía como tal en esa época. Cada uno hace lo que quiere, pero es como si haces una obra medieval con personajes que no llevan ropa medieval.
¿Cuántas diferencias ve entre el teatro y la música?
— Hay muchas pero en ambos sales, coges tus cosas y vas de ciudad en ciudad, y eso me encanta tanto del teatro como de los conciertos. Aunque en lo mío no tengo a nadie que me diga lo que tengo que hacer, y en el teatro tengo un director, pero se disfruta igual.
¿Nota muchos cambios entre los 90 en los que se ambienta la obra y la actualidad?
— ¡Claro! La obra está hecha con la visión de aquella época, con la llegada de la televisión privada, las olimpiadas, y parecía que de golpe ya éramos europeos y modernísimos, y las cosas no son así. Yo también viví aquello pero a mí manera, viví mis propios 90.
Uno de los mayores cambios es la llegada de las redes sociales.
— Sí y son muy útiles. Estas cosas no son ni buenas ni malas. Me pillan las redes con 12 años pudiendo ver a Bowie desayunar y me hubiera vuelto loca, pero hay que tener cuidado. Crean una proximidad que irreal, y si se te va la cabeza con ellas tenemos un problema.