Bajo el atento control de la monja betlemera, –una figura de la vida conventual en peligro de extinción–, las Caputxines de Palma fueron construyendo su belén cueva a partir del siglo XVII. El 19 de diciembre de 1996, esta escenografía entre lo tradicional y lo kitsch, que es Bien de Interés Cultural (BIC), se abrió al público en un ala del convento separada de la clausura.
Fin al apoyo
Con la muerte de Feliciano Fuster, que fue presidente de Gesa, se acabó el apoyo continuado de esta empresa. Los 18.000 euros impagados, una subvención por la restauración y estudio de la cueva del belén «tuvo graves consecuencias», y tras la muerte de sor Encarnación este año, la última caputxina, las franciscanas TOR son las nuevas propietarias del convento de la Purísima Concepción de Palma, un conjunto monumental que es BIC gracias a los comisarios del proyecto, la historiadora del arte Aina Pascual y el investigador Jaume Llabrés.
Tanto Llabrés como Pascual están preocupados por el futuro «cuando nosotros nos jubilemos», ya que todos estos años han trabajado con una gran dosis de voluntarismo no remunerado. «Las comunidades históricas de religiosas son muy conservacionistas y sienten mucho amor por su patrimonio, pero no sé si las monjas más jóvenes son conscientes de su importancia; los belenes son conjuntos muy frágiles».