José Manuel Caballero Bonald recibió, el pasado 23 de abril, de manos del príncipe Felipe, el Premio Cervantes 2012, el más importante de las letras españolas. Pocos saben que su mujer, Pepa Ramis Cabot, es mallorquina de pura cepa. Elegante, muy educada, reacia a las entrevistas, pero recibe a Ultima Hora en su acogedora casa madrileña cercana a la Ciudad Universitaria. El bloque de varios pisos donde viven «Pepe y Pepa», y en el que también vivió Fernando Quiñones, debe ser de finales de los sesenta, me fijo en los artísticos plafones de azulejos algo psicodélicos de la entrada. Ya en la casa, las paredes están revestidas de libros, de obras de arte, el orden es máximo, no es una casa grande, pero sí espaciosa, destaca una butaca de piel, la luz atenuada entra por las rendijas, todo es aquí propicio para la lectura y para tener una agradable charla con doña Pepa.
-Ha escrito Caballero Bonald que ser jerezano es una denominación de origen, ¿y ser mallorquina, como usted?
-Me parece muy importante el sitio donde uno nace y, desde luego, si es en una isla mucho más.
-¿Cómo fue su infancia en Mallorca, aquellos tiempos de inocencia, que diría Carme Riera?
-Tuve una infancia muy agradable, aunque marcada por la tragedia de perder a mi madre de muy niña. Mi padre estaba muy pendiente de sus hijos. El tener seis hermanos también fue fundamental para tener una infancia agradable y divertida.
-Su padre, Rafael Ramis Togores, fue periodista y profesor. Su hermano José Ramis fue redactor del Baleares , ¿qué recuerda de sus padres y abuelos y que le contaban ellos a usted de Mallorca?
-Mallorca ha cambiado tantísimo que es difícil reconocerla en aquellos años y ahora. Mi padre era un gran lector, tenía muchos amigos intelectuales, uno de sus mejores amigos fue Joan Estelrich, que representaría más tarde a España en la Unesco. La familia de Estelrich estuvo con nosotros durante la Guerra Civil, compartimos con ellos un chalé que teníamos en El Molinar, Joan Estelrich estaba entonces en Italia.
-¿Cómo discurrieron sus años de estudios, su adolescencia, cuáles eran sus lecturas?
-Vivíamos en la calle Apuntadores, íbamos mucho por el paseo del Born, a los cines, a los guateques, que comenzaban a florecer entonces, también a la playa, lo que echo mucho de menos… Hacíamos la vida que hacía en Palma una familia de clase media. Me gustaba leer mucho a los escritores mallorquines, Costa i Llobera, Joan Alcover, las rondallas. Entonces, desgraciadamente, no nos enseñaban a escribir el mallorquín y ésa es una carencia que me duele.
-Fue usted deportista, campeona de natación…
-Estudiaba bachiller en el instituto y entonces acudía al Club Natación Palma, que estaba en s'Aigo Dolça. Practicaba la natación e incluso pude ir a los campeonatos que se celebraron en Galicia y en Canarias. Luego, a los 18 años, vino el examen de la Reválida y tuve que centrarme más en el estudio que en el deporte.
-José Manuel Caballero Bonald se encontró con su hermana, Antonia, a quien ya conocía, en el Port de Pollença. Antonia le presentó entonces a José Manuel a una chica guapísima, muy rubia y de ojos azules que, en palabras del Premio Cervantes 2012, le «atrajo de muchos modos», ¿qué impresión le dio José Manuel a usted en aquel momento?
-La impresión fue que me lo presentó mi hermana y le dije lo de «encantada», lo normal, entonces salía con otro chico, no recuerdo nada especial.
-Luego coincidieron ustedes en fiestas, como la que organizó Cela a Miró, y, finalmente, Guillem Sureda, muy amigo de los Ramis y de Caballero Bonald, les encaminó. José Manuel ha escrito que se pasaba el día «buscando sus paraderos»…
-Así fue, porque luego comenzamos a coincidir. Guillem era muy amigo de mi hermano Pepe, de modo que José Manuel solía aparecer por casa, en la misma siempre había bullicio porque mis hermanos tenían muchos amigos. La fiesta fue la que organizó Cela para presentar a La Chunga. En cuanto a lo de «buscar los paraderos», ya sabe que Pepe le da un toque literario a casi todo. Lo cierto es que comenzamos a salir y así hasta hoy.
-El círculo de José Manuel en aquellos años mallorquines era de lo más nutrido: Cela, Miró, Villalonga en el café Riscal, Blai Bonet, Josep Maria Llompart, Josep Pla, que llegó entonces a Mallorca, ¿qué recuerda de toda esa caterva?
-Los recuerdo con cariño, pero especialmente a Josep Maria Llompart y a su mujer, Encarna Viñas, padrinos, por cierto, de mi hija. Con Cela, además de trabajar José Manuel en los Papeles de Son Armadans, yo también colaboré en tareas de secretariado, edición.
-Caballero Bonald ha dicho que lleva «media vida con una mujer que me ha ayudado a no perder el norte», el Sur no lo ha perdido (el breviario del vino, el flamenco, Tartessos, Doñana), ¿cómo ha conseguido que José Manuel no pierda el norte?
-Pues llevándolo por la línea recta. Él es muy impulsivo y yo he intentado que tenga los pies en el suelo.
-Dos cosas tienen muy claras nuestro Premio Cervantes 2012, su satisfacción por su obra literaria, tan coherente y sin concesiones, y su satisfacción por su vida privada. ¿Cómo es la «costumbre de vivir» con un gran escritor?
-Vivir con un gran escritor no es lo mismo que vivir, pongamos por caso, con un vendedor de grandes almacenes, es una cosa totalmente distinta, pero ya sabes a lo que vas. Es evidente que una parte de mí ha quedado anulada en favor del trabajo y de la obra de José Manuel. Yo tampoco me casé muy joven, de modo que, si se parte de la premisa que le he mencionado, el matrimonio funciona bien. En cualquier caso todo ha valido la pena.
-A su juicio, ¿qué rastro hay en la literatura de Caballero Bonald de su periplo mallorquín?
-Tiene una serie de poemas dedicados a Mallorca y un capítulo entero en el volumen segundo de sus memorias, La costumbre de vivir . Sí hay una impronta de Mallorca y del círculo de intelectuales que frecuentó entonces en su obra. La estancia en nuestra isla de Caballero Bonald tiene su importancia, como la tuvo su periplo colombiano.
-Usted ha preparado con su marido una de sus antologías, Años y Libros , (2005), ¿cómo fue esa experiencia?
-Pues consistió en ayudarle, como he hecho siempre, en la medida de mis posibilidades.
-Caballero Bonald ha dicho en varias ocasiones que siempre trata de decir lo que piensa. ¿Cómo ve usted nuestro país? ¿Qué piensa de todo lo que está pasando? ¿Saldremos de este pozo?
-Sinceramente le digo que el país lo veo muy mal, están pasando tantas cosas, el desempleo, la crisis que no toca fondo, pero hay algo que me preocupa mucho y es la falta de ética, no tanto de los que roban, que esos no tienen moral, sino de los que están viendo cómo otros roban y se callan, eso me parece de una gravedad extrema.
-Actualmente, ¿cuál es su relación con Mallorca, con sus raíces?
-Sigo teniendo relación porque allí viven dos hermanas y un buen puñado de sobrinos.
-Hay un poema de su marido, Summa vitae , que me gusta mucho, tiene un aire muy mediterráneo. Comienza así: De todo lo que amé en días inconstantes / ya sólo van quedando/rastros, marañas, conjeturas, / pistas dudosas, vagas informaciones.
-Pues, precisamente, nos comentó la princesa Letizia que ese poema también le gustaba mucho.
Doña Pepa se casó, guapísima, una verdadera modelo, con Caballero Bonald en la ermita de Portals Nous un 25 de enero de 1960. Conocía a Pepe desde 1956. Tras la boda se marcharon a Colombia, donde nuestro escritor fue profesor de Literatura en la Universidad de Bogotá. Luego vinieron los hijos, más libros y también los premios, hasta este Cervantes que corona una trayectoria importante en la que doña Pepa también tiene su protagonismo.
-Por cierto, tengo un amigo, Jordi, que va a montar una tienda de productos mallorquines en la calle Ibiza, de Madrid…
-Dígale que, sobre todo, traiga camaiots .
-Para terminar, ¿qué echa de menos de Mallorca?
-Pues el mar y la luz.