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La música de Sant Antoni refuerza la identidad de la fiesta

El musicólogo Francesc Vicens concluye en el libro 'Diguem Visca Sant Antoni!' que hay cuatro modelos de cómo se vive la fiesta

| Palma |

«La música articula toda la fiesta de referencia de invierno de Mallorca, está presente en todos sus actos». Hablamos de Sant Antoni, que ya se ha comenzado a celebrar en muchos pueblos, aunque alcanzará su cenit los días 16 y 17. Quien lo afirma es el musicólogo Francesc Vicens, que ha pasado dos años investigando para publicar Diguem Visca Sant Antoni! (Edicions Documenta), un volumen en el que deja constancia de que, aunque la fiesta surgió en una sociedad eminentemente agraria en la que el cerdo era el sustento de la economía familiar, evoluciona, se reinventa y ahora, en el siglo XXI, se ha convertido en un hecho «vinculado a la identidad».


La música, apunta Vicens, «era el elemento que aglutinaba los valores y rituales de la fiesta», de un acontecimiento que cada vez va adquiriendo «más relevancia social porque supone un espacio de socialización colectiva y hace pueblo», al mismo tiempo que ha generado un turismo de tipo cultural.


Sociedad


Vicens abordó su investigación desde la etnomusicología, «que estudia la música desde la sociedad», y el libro se completa con imágenes, «transcripción de melodías, glosas y eslóganes que cantan los jóvenes». Tras su trabajo de campo, Vicens, quien dice que la fiesta es en «Llevant donde tiene mayor relevancia social», la ha «conceptualizado» en cuatro modelos «que no son cerrados». «Si pongo etiqueta que nadie se ofenda, porque es una etiqueta móvil y flexible», apunta.


El de Artà y Capdepera es para él el modelo más «vivencial y participativo, desencadena mucha euforia» y es vivido, sobre todo, por la gente del pueblo. El segundo, «el más espectacularizado», describe el de Muro y sa Pobla, «puedes ir a la fiesta sin ser del pueblo y observar» y también se vive intensamente. Manacor sería el ejemplo para el «modelo emergente», que «se identifica con la parte intensa de Artà y la formal de Sa Pobla». Finalmente, el cuarto lo dedica a aquellos pueblos en los que Sant Antoni, aunque se celebra, no es su fiesta grande y acuden quienes no quieren «masificación», como en Son Macià.

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