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«Las canciones de la posguerra tenían la huella de una forma de haber sufrido»

El cineasta Basilio Martín Patino presenta hoy en Palma su clásico filme ´Canciones para después de una guerra´

JONAS CLIMENT

Dentro del ciclo La Guerra Civil espanyola a través del cinema, el cineasta Basilio Martín Patino presentará hoy en el Teatre Municipal de Palma Canciones para después de una guerra, uno de sus más significativos filmes documentales. Tras la proyección mantendrá un coloquio con el público interesado.

«Es una película rara», así define Martin Canciones para después de una Guerra. Con este filme, -realizado en 1971 a pesar de que no pudo estrenarse hasta después de la muerte de Franco-, el veterano y reconocido cineasta optó por hacer «lo que le apetecía». Esta actitud de cineasta independiente, tan característica en su trayectoria, resultaba en aquella época «peligroso», tanto en un plano comercial (¿Conseguiría esquivar la censura y llegar a las salas de cine o, por el contrario, sería vetada?) y personal (¿Recomendarían los censores que fuera castigado?).

La película, lejos de la crítica visceral, aborda la postguerra española desde un enfoque casi «frívolo e ingenuo», el de los himnos militares y canciones populares, que acompañaron, a veces como consuelo, a los bandos vencedores y vencidos. Sin embargo, los contenidos de aquellas (La vaca lechera, incluida) escondían «el desasosiego y rabia interior» del mismo pueblo («inconformista y hambriento») que las había hecho nacer, dejando en ellas «la huella de una forma de haber sufrido».

Las letras de esas canciones no eran, sin embargo, el problema a la hora de enfrentarse a la imperante censura, sino las imágenes que las acompañaban, las cuales mostraban la cruda realidad de una España herida tras la guerra. «Aunque aplicamos el ingenio se nos vio el plumero», recuerda Martín, quien, a través de los proyeccionistas, supo que «a los censores, e incluso a varios ministros de la época, les gustó mucho la película pero no la podían poner al resto de españoles, era absurdo».

Aunque ahora los documentalistas lo tienen «mucho más fácil», en aquella época Martín y su equipo, formado por «tres o cuatro amigos», tuvieron que ingeniárselas, sin dinero ni casi recursos, para conseguir el material: imágenes del noticiario Nodo, documentales, fotografías de diarios, cómics o películas de ficción. Para ello, tuvieron que servirse de archivos en Portugal o, si era necesario, crear (o «trampear») el material ellos mismos. A falta de un Cara al sol, «se nos ocurrió cantarlo a nosotros mismos en el bar donde nos reuníamos». «El resultado es tan emocionante que parece de verdad», explica sobre la canción autoproducida, con la que arranca el filme, «aúnque muchos me dijeron que era una barbaridad y que parecería fascista», recuerda el cineasta.

Aunque criado «en una familia de derechas y muy cristiana», Martin pronto se sintió atraído e identificado con el bando perdedor y quiso «conocer lo que había pasado en aquel Madrid generoso y valiente de los rojos», a la par que mostrárselo al resto de los españoles en Canciones para después de una Guerra, lo cual pudo hacer con gran éxito tras la muerte del Caudillo. A éste «verdugo máximo» le dedicó más tarde otro documental, Caudillo (1974), entre otros realizados entorno a la temática de la Guerra Civil.

Actualmente, Martín se reconoce «inactivo» en los circuitos comerciales pero sigue trabajando en otros proyectos audiovisuales de línea más experimental, como su serie documental Espejos en la niebla, que se proyecta en Salamanca en pequeñas cabinas de 8 a 12 personas.

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