JOAN CABOT
Para ser un poco críticos: el problema de ciertas músicas está en que necesitas información previa para disfrutar realmente de ella. A veces demasiada. La mitad de la gracia del concierto de Firestarter está en el hecho de que hace la música con Gameboy y PSP. Gran parte del peso de Invaders recae en la voluntad de desarrollar un concepto que encaja dentro del detritus cultural de la cienciaficción, ya sea en materia de películas, videojuegos o novelas. Sus respectivos conciertos durante el primer sábado del PING estuvieron a la altura de la vocación experimental del festival, pero también eran un hueso duro de roer.
En el caso de Invaders, el dúo formado por Pedro Trotz y Biyi presentaba de nuevo su reflexión sobre el choque de culturas, la humana y la marciana-invasora, trabajando a base de atmósferas y texturas. Respecto a su concierto, también en el PING, el año anterior, ofrecieron una versión menos rítmica y más relajada. Eso implica mayor riesgo. La atención del público se dirigía a elementos como el theremin, las grabaciones de avistamientos narrados a la torre de control, el videojuego en pantalla o al hang, instrumento de forma ufológica donde los haya.
También a las inesperadas intervenciones del heredero de Pedro Trotz. El resto fue quizás demasiado etéreo y, si uno no sabía de qué iba la película, corría el peligro de no entender gran cosa. A pesar de eso, Invaders mostraron la maestría que se supone a dos veteranos como ellos a la hora de encadenar escenarios industriales, siempre dando la impresión de estar improvisando sobre la marcha, cuando no era del todo así.