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La excavación en ses Païsses descubre la vida cotidiana talayótica

MARIANA DÍAZ

«Lo que más satisfecho me ha dejado de la excavación ha sido la riqueza científica». Lo dice el arqueólogo Javier Aramburu, director de las campañas de ses Païsses. La de 2006 se desarrolló el pasado mes con la colaboración del Consell de Mallorca, el Ajuntament de Artà y Gesa. Del 7 al 31 de julio trabajaron bajo sus órdenes 25 universitarios llegados de la Península.

La investigación en el mayor poblado talayótico de Mallorca busca «la manera de vivir de los probladores: las casas, la actividad artesanal, el día a día; hemos abierto cien metros cuadrados de excavación y han aparecido muchas cosas», comenta Aramburu. «Este año tenemos una secuencia prehistórica en horizontal del modo de vida talayótica que es impresionante».

Resulta difícil resumir los resultados del trabajo en pocas líneas. Por ejemplo, para el arqueólogo fue muy importante descubrir «trozos de ánforas con sellos fenicios, con letras fenicias, los únicos que se han encontrado en Mallorca; son del tamaño de un euro y están perfectamente conservados». En «todo el mundo se conocen sólo 350 sellos o graffittis sobre ánforas de este tipo».

En 2005 se halló un horno de cal y, tras las pruebas del radiocarbono, se dató en el 1400 de nuestra era, el siglo XV. «Fue un poco decepcionante», apunta. Sin embargo, este verano, cuando se encontró la boca del horno sellada, «se ha demostrado que era prerromano, que se construyó en el 500 antes de Cristo y se utilizó, de manera intermitente, hasta la Edad Media. Es el horno de cal más antiguo de Baleares de época ibérica; en Catalunya hay uno de ibérico tardío, pero está peor conservado», señala.

Ses Païsses «es un poblado completo, por lo que puedes hacerte una idea de lo que estás excavando». En cada campaña eligen uno o varios lugares de trabajo. «Junto al talayot central encontramos un sitio donde hay tres edificios superpuestos; uno, fechado en entorno al 800 antes de Cristo; otro, 200 años posterior y, finalmente, un santuario del siglo III antes de Cristo». En este santuario ya había trabajado el profesor italiano Giovanni Lilliu en la pasada década de los cincuenta, «pero habían dejado las esquinas sin excavar y allí encontramos un hacha y una lanza y él un esqueleto de un guerrero, con su casco y su espada, del final del talayótico».

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