En 1986, Toni Albà decidió estrenarse como director teatral. Para ello, fichó a un jovencísimo y por aquel entonces desconocido Sergi López de 19 años y le subió a un escenario como protagonista. Diecisiete años después, ambos regresan con la misma obra, «Brams o la kumèdia dels herrors», tras cuatro años sin actuar juntos y bajo circunstancias muy diferentes. Hoy, Albà triunfa en televisión y, López, hace lo propio en el cine, sobre todo el francés. La obra puede verse desde hoy y hasta el domingo en el Auditòrium y sirve para cerrar los actos conmemorativos del décimo aniversario del Teatre del Mar.
«Hicimos una historia sin ninguna pretensión, sencilla y abierta, que permite adaptarla a cada época», dijo López. Con ella, se logra una de las finalidades de todo actor: «Disfrutar». «Permite compartir con el público el placer que supone actuar». Se trata de una pieza que «habla de teatro», de esos «errores clásicos que todos conocemos: escenarios que se hunden, pantalones que se caen o textos que se saltan». Estos accidentes enganchan «tanto a los espectadores como a los actores», según Albà. «Hemos intentado dejarla, pero no podemos». Por eso, ambos aseguran que, cuando tengan 60 años, continuarán representándola. «Nos encanta».
El paso del tiempo no ha influido en la estructura de «Brams» porque «es tan simple que la convierte en atemporal», afirmó López. Los años sólo han cambiado una cosa: «Hemos envejecido, engordado y estamos más decrépitos, pero nos divertimos más y, además, hacemos más creíbles nuestros personajes». Sobre todo López quien, cuando estrenó la obra, debía aparentar ser un director, actor y guionista con un aspecto «demasiado juvenil, aquél que se tiene a los 19 años».