Muy fino y elegante. El sarao organizado en Alfàbia para festejar a Miquel Barceló en petit comité, tras la multitudinaria inauguración de sa Llonja, cerró con el glamour necesario, pero sin excesos, una jornada agotadora para el artista felanitxer. Los invitados disfrutaron tanto de la fiesta que los últimos se fueron a casa a altas horas de la madrugada. La possessió, prestada para la ocasión por sus dueños, fue una elección muy acertada, un lugar con el carácter suficiente para 'competir' con sa Llonja, -donde horas antes había comenzado todo-, sin perder por goleada. Al contrario. Alfàbia resultó la guinda de un pastel que debió saber a gloria a los organizadores, porque el regreso de Barceló a casa se saldó con éxito rotundo.
Los invitados iban y venían por las pequeñas habitaciones degustando un catering excelente, bajaban al jardín, -apenas iluminado-, se sentaban bajo los árboles y disfrutaban de una de las primeras noches cálidas de la primavera. Todas las opciones eran válidas pues el entorno permitía la intimidad total, al amparo de la oscuridad, o la presencia evidente. Los amigos de Miquel Barceló; su familia; quienes trabajan a su lado; algunos artistas y galeristas peninsulares y mallorquines; nombres que suenan o han sonado en el PSOE; altos directivos de la CAM, patrocinadora de «Miquel Barceló a les Illes Balears»; empresarios; la familia propietaria de Alfàbia. Todos ellos formaron parte del selecto club que arropó al artista en un día intenso.
Todos, también, quisieron saludar al protagonista de la jornada, quien, la primera parte de la noche, la que estuvimos allí, eligió la penumbra del jardín para charlar con unos y otros, estrechar manos, recibir felicitaciones. Pasado un tiempo, cuando los estómagos comenzaban a digerir los canapés, comenzó a sonar la música.