Al escultor Jaume Mir (Felanitx, 1915) no le agradan las exposiciones. Nunca le ha gustado reunir su obra para mostrarla en público, especialmente si se trata de una muestra comercial o de promoción. «Es como si me arrancaran una muela», confiesa con humor. Sin embargo, como sucedió hace años en sa Llonja, donde se exhibió una antológica de su trabajo, ahora se ha dejado convencer por la Fundació Dionís Bennàssar debido a la relación que mantuvo con el grupo de pintores al que pertenecía quien da nombre a este espacio de la ciudad Pollença. «La mediterrània de Jaume Mir» se inaugura allí esta tarde.
En las tres salas del edificio, que inició las exposiciones temporales con Tito Cittadini, se exhibirán algunas de las iconografías más queridas de Jaume Mir, aquellas que se refieren al acervo cultural de esta tierra, o pequeñas joyas de bronce como la serie sobre gimnastas. El comisariado es de Gudi Moragues. El pasado jueves, con la exposición ya montada, el artista respiraba tranquilo. Al escultor le gusta controlar de cerca todo lo referente a su trabajo. Y aunque que desde la fundación pollençina «me dijeron que no me preocupara de nada», él no ha podido desentenderse. Con la obra ya dispuesta en las salas, aseguró: «Les agradezco esta invitación».
En la época en la que pintores como Anglada Camarasa, Cittadini o Dionís Bennàssar formaban un «cenáculo», Jaume Mir, «por lo menos 25 años más joven que ellos», era el único artista de generaciones que les sucedían a quien «admitían en el grupo», recuerda orgulloso. La amistad que le unió a ellos fue la razón por la que, a partir de hoy, su obra se expone en la localidad de Pollença. Del montaje «me ha sorprendido muy gratamente la forma en la que han quedado los honderos, acostumbrado a verlos en el estudio, por el suelo, unos encima de otros», comenta. Los guerreros baleares que lucharon con hondas en las Guerras Púnicas y con las legiones romanas de Julio Cesar fueron fuente de inspiración para Mir, que ha reflejado en sus esculturas personajes de la historia o la mitología isleña.
La primera planta de la fundación está dedicada a ellos con cinco piezas de gran formato en madera y una vitrina con otros tres en marfil. «Nuredduna, la Balanguera, diosas y otras figuras emblemáticas en bronce y terracota ocupan la segunda planta y la tercera la ocupan, íntegramente, la serie de atletas, «Olímpics», bronces de pequeño formato», explica Gudi Moragues. «Tanto para Dionís Bennàssar como para Jaume Mir el Mediterráneo fue el cultivo germinador para descubrir su fuerza interior y también el motor de su búsqueda profunda», escribe la comisaria en el texto del catálogo que se edita con motivo de la muestra. En el volumen escriben también Pere A. Serra, Baltasar Porcel, Antoni Planas y se recoge un texto de Blai Bonet, que fue muy amigo del escultor.
«'El món de la mediterrània de Jaume Mir' es todo lo que conforma su personal visión de nuestra historia, que reune y relata un mundo duro, abrupto, árido, maravilloso, nutrido por nuestras raíces más ancestrales», comienza su escrito la comisaria de la exposición. Hijo de un picapedrero de Felanitx, el escultor ha hecho una larguísima y fructífera carrera. Su enorme vitalidad no sabe de jubilaciones. Su mente creativa no para de soñar piezas que hará «un día u otro», como dice a quienes le hacen un encargo, que son muchos. En 1929, trabajando en la ermita de San Salvador, comenzó su vocación de escultor. Quienes le conocen saben que cuando le encuentran por la calle camina hacia algún lugar donde, siempre, un boceto de una escultura comienza a tomar forma. Todo esto pueden descubrirlo en Pollença en «La mediterrània de su Jaume Mir».