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La piratería discográfica perjudica al sector musical balear

Las ventas de compactos ilegales supusieron en 2001 cerca de un 40% del mercado isleño

En sa Pobla, la policía decomisó más de 300 discos piratas.

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El universo discográfico vive inmerso en una profunda crisis. La piratería ha invadido el terreno de la industria provocando diferentes reacciones. Unos piden una mayor concienciación y, otros, una bajada de precios. Diferentes opiniones para un mismo problema que afecta por igual a diversos sectores, desde el pequeño comercio hasta la gran compañía. A nivel nacional, las ventas de discos piratas supusieron en 2001 un 30 por ciento del mercado mientras que, en Balears, la cifra osciló entre ese 30 por ciento y un 40 por ciento y no distinguió entre música en castellano, en inglés o en catalán. Por ello, los sectores implicados han empezado a movilizarse.

«En Mallorca estamos sufriendo un problema real», aseguró Miquel Àngel Sancho, de Xocolat y la discográfica Blau. Sancho pertenece a la Plataforma contra la Piratería de Balears cuyas actividades siguen dos líneas. La primera se centra en «informar a todo el mundo del problema» y, la segunda, en «presionar para pedir medidas», según Sancho. La mesa ha empezado a reunirse con diferentes instituciones y sectores y, por el momento, cuenta con el apoyo de AFEDECO y de la Federació de Restaurants i Cafeteries. Se han mantenido reuniones con Miquel Nadal, vicepresidente del CIM, y con Antònia Allés, directora general de Comerç.

Esta última prometió iniciar medidas como «convocar una reunión con la Delegada del Govern» y «diseñar una campaña para concienciar a la sociedad», aseguró Sancho. La próxima reivindicación se hará el 11 de junio con la celebración en Balears del Día sin Música. La pregunta clave del problema es quién está detrás de las ventas. «Se trata de organizaciones en las que cada persona tiene una función específica», explicó Federico Carbonell, inspector jefe del grupo de delincuencia económica UDYCO. La mayoría de los vendedores son senegaleses y, una pequeña parte, subsaharianos que se sitúan en «las calles y en los alrededores de los mercadillos, además de en bares y restaurantes», según Carbonell.

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