La presidenta del colectivo de víctimas del terrorismo, Consuelo Ordóñez, ha defendido que la sociedad española en su conjunto tiene «una deuda infinita» con las víctimas de ETA, que son quienes han «pagado la paz que disfrutamos todos» con «la impunidad social, política y judicial» de los terroristas y su entorno. Además, ha subrayado que las víctimas del terrorismo son «una brújula moral en la que no quieren mirarse, ni los cínicos, ni los totalitarios, ni los espectadores pasivos que vivieron con la persecución y el miedo como si no fuera con ellos».
Ordóñez se ha referido en estos términos en su discurso en la entrega del XXIII Premio Internacional Covite al periodista, escritor y víctima del terrorismo italiano Mario Calabresi, autor del libro 'Salir de la noche', y a la ya desaparecida librería donostiarra Lagun, en el Palacio Miramar de San Sebastián.
Al acto, que ha comenzado con un minuto de silencio por las víctimas de la DANA que ha atravesado España esta semana, han acudido, entre otros, el viceconsejero de Derechos Humanos, Memoria y Cooperación del Gobierno Vasco, Alfredo Retortillo.
Consuelo Ordóñez, ha puesto en valor la labor del periodista y escritor Mario Calabresi y de los fundadores de la librería Lagun, «unos revolucionarios», que decidieron «poner en el centro» de sus obras y de su labor a las víctimas del terrorismo.
La presidenta de Covite ha lamentado que en nuestro país «la mezcla de miedo y propaganda masiva que desplegaron los terroristas de ETA y sus colaboradores distorsionó por completo el sentido del bien y del mal», mientras que sus víctimas tenían que «demostrar su inocencia frente al algo habrá hecho».
A su juicio, ese «sentido del bien y del mal siguen a día de hoy distorsionados en nuestra sociedad» y, frente a ello, ha reivindicado que las víctimas del terrorismo son «una brújula moral en la que no quieren mirarse, ni los cínicos, ni los totalitarios, ni los espectadores pasivos que vivieron con la persecución y el miedo como si no fuera con ellos».
Para Ordóñez, la sociedad vasca, navarra y en general la española tiene «una deuda infinita» con las víctimas de ETA que son quienes han «pagado la paz que disfrutamos todos con la impunidad social, con la impunidad política y con la impunidad judicial» de los terroristas.
Por eso, ha sostenido, «ni aceptamos, ni aceptaremos lecciones de paz y de convivencia de quienes todavía hoy son incapaces de decir que matar estuvo mal y que olvidan cuando vuelven a casa desde la cárcel que sus víctimas nunca podrán volver de los cementerios».
Consuelo Ordóñez ha señalado que «las víctimas hemos sido durante mucho tiempo y todavía lo somos un colectivo a la vez que vulnerable, incómodo en la sociedad vasca», porque «somos un recordatorio permanente del mal de quienes lo ejercieron y de quienes lo justificaron».
A ello ha añadido que «este recuerdo implica ponerse delante del espacio y hacerse la pregunta que gran parte de nuestra sociedad no quiere hacerse, ¿qué hacía yo mientras hostigaban, amenazaban y asesinaban a nuestros vecinos?».
En este contexto, ha advertido de que «el terrorismo puede desaparecer, una organización terrorista puede disolverse, y esto es lo que ha pasado afortunadamente, tanto en Italia como en España y es lo mejor que nos ha pasado, pero una víctima del terrorismo nunca deja de serlo, como tampoco dejan de serlo los asesinos, por mucho tiempo que pase».
Ordóñez también ha reflexionado sobre el hecho de que «los familiares de las víctimas del terrorismo y sus supervivientes no sólo somos lo que pasó, lo que nos hicieron, sino lo que decidimos hacer con lo que nos hicieron».
Así, ha destacado que las víctimas de ETA «nunca» han respondido «con violencia a la violencia y nunca hemos combatido el odio con odio, al contrario hemos respetado y defendido el Estado de derecho, incluso cuando éste ha fracasado estrepitosamente con nosotras no velando por el derecho fundamental a la vida y fracasando en nuestros derechos a la justicia y a la verdad».
Verdad y justicia
«Hoy hay muchos más asesinatos sin resolver, muchos más atentados sin resolver, que terroristas en prisión y mientras la vida sigue rodando para algunos, para varios centenares de víctimas del terrorismo esa misma vida vuelve una y otra vez al momento del atentado porque no saben la verdad porque nadie nos ha hecho justicia», ha lamentado.
La presidenta de Covite ha subrayado que «la deuda moral con las víctimas y con el conjunto de la sociedad no caduca» y «en la memoria del terrorismo puede haber pluralidad de relatos personales e incluso historiográficos, pero el ámbito moral no admite peros y mientras estos existan la convivencia no será posible».
En este contexto, ha insistido en que «matar, secuestrar, extorsionar o callar de manera cómplice está mal y contribuye a perpetuar el mal y quien se niegue o se resista a asumir este principio moral básico no tiene autoridad para dar lecciones de paz de convivencia, ni de democracia».
No obstante, ha censurado que «desgraciadamente a menudo, las exigencias a las víctimas del terrorismo son inversamente proporcionales a las que se realizan a los terroristas y a su entorno».
«A las víctimas se nos pide pasar página en beneficio de una idealizada convivencia, hasta asumir que esas cifras terroríficas de impunidad son aceptables o la generosidad con los asesinos sin exigirles el arrepentimiento», mientras que, por ejemplo, el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, puede «autofelicitarse por el final de la actividad armada de ETA y criticar a las víctimas como enemigas de la paz» o decir que sacar a los presos de ETA de las cárceles es «una inversión de futuro».
Temas universales
Por su parte, Calabresi ha defendido «el valor de la verdad, de la justicia y de la memoria» que es algo «universal» y «una necesidad fundamental de nuestras sociedades» puesto que son «los cimientos de las sociedades libres y democráticas».
Tras lamentar que las víctimas del terrorismo han sido «invisibles» durante muchos años en Italia, el periodista y escritor ha explicado que escribió 'Salir de la noche' para dar a conocer el punto de vista de este colectivo y que nadie pudiera decir que «no sabía cuánto sufrimiento, cuánta injusticia y cuánto dolor sembraron los hombres y mujeres que habían elegido la lucha armada».
Además, ha reivindicado que «es fundamental mirar hacia adelante y pasar página», porque «no podemos seguir siendo prisioneros del pasado», pero «las páginas sólo pueden pasarse cuando se han leído en su totalidad y por ambas caras, las de los culpables y de las víctimas y »sólo podremos pasar página si reina la verdad y si ha habido justicia".
Asesinos para siempre
Asimismo, ha afirmado que «uno puede ser un exterrorista pero no un exasesino», porque «quien ha matado a una persona seguirá siendo un asesino para siempre, porque las consecuencias de su acto son irreparables».
A ello ha añadido que «la memoria debe ser respetada y no puede utilizarse con fines partidistas», sino que debe de ser «patrimonio de la democracia y de toda una nación».
Por su parte, Ignacio Latierro, uno de los fundadores de Lagun, ha recordado a su esposa Rosa Cuezva y a María Castells, ya fallecidas, porque sin ellas la citada librería no hubiera podido estar «al pie del cañón al día siguiente de la pintada o de la rotura de cristales o del cóctel molotov o de la bomba».
Además, ha reivindicado que «para avanzar en la reconciliación hace falta que la verdad se establezca, que la verdad se defienda, que la verdad no se oculte, tergiverse o edulcore» y que «de ninguna manera se tergiverse o edulcore el carácter, la naturaleza del proyecto político que produjo el terror y sus víctimas».