Rosa Montero (Madrid, 1951) y Claudia Piñeiro (Burzaco, Argentina, 1960) coinciden al afirmar que no se reconocen como autoras «de novela negra». «No es peyorativo, a mí este género me encanta (...), pero yo escribo una novela, y aparece la muerte, porque la muerte está siempre presente», apunta la escritora argentina. Mientras que la periodista española sostiene que toda su vida y su literatura «han estado fundamentalmente atravesadas por la muerte», incluso «obsesivamente».
«Toda la novela del siglo XX y del siglo XXI es una novela marcada por la muerte. Pero la mía especialmente. Por la muerte, por el paso del tiempo, por lo que el tiempo nos hace y nos deshace», continúa, y cuestiona: «¿Cómo no se va a hablar de la muerte? ¿Cómo no se va a escribir de la muerte?». Piñeiro agrega que, a su juicio, «es el tema que lo atraviesa todo».
Ambas escritoras, que han visitado València este fin de semana para participar en el festival literario Valencia Negra, aseguran, en una entrevista concedida a Europa Press, ser «íntimas amigas» que «se ven bastante a pesar de vivir en dos continentes diferentes» y «viajar como peonzas». «Cualquier reencuentro es un placer», celebra Montero, y Piñeiro afirma que, aunque valora la oportunidad de visitar España y «conocer nuevos lectores», habría venido a la ciudad «solo a escuchar a Rosa». Sobre la posibilidad de escribir juntas, reconocen que nunca lo han pensado y que tienen «muchas cosas por hacer», aunque destacan que suelen compartirse sus proyectos para «ordenarse los pensamientos» la una a la otra.
La escritora, guionista de televisión, dramaturga y contadora argentina prefiere describirse como una autora que «escribe con muertos». Cuenta que leyó esta expresión en un ensayo sobre sus novelas de unas profesoras colombianas y pensó: «Ves, esa es una descripción. Yo escribo con muertos. Ahora, ¿de ahí es que hicieron novela negra? No sé, porque siempre hay muertos, siempre la muerte está presente».
«Y una vez, en el jardín de infantes de mi hija, una mamá a la salida del colegio me decía: 'Ay, fuimos a la librería con la nena y dice '¿por qué siempre escribe con muertos?''. Y yo reí y dije: 'Porque ella, vos y yo, algún día nos vamos a morir'. Y después pensé que es una bestialidad decirle eso a la nena, pero, en realidad, ¿cómo la gente no piensa en los muertos?», reflexiona.
Montero, por su parte, remarca que no cree en los géneros, pero reconoce que utiliza recursos de novela negra en sus novelas porque «es la única épica urbana contemporánea a la que puedes recurrir y es una herramienta para la investigación social, que va desde lo más alto a lo más bajo, corta las sociedades verticalmente». Asevera que algunos periodistas le han llegado a preguntar por qué trata tanto la muerte: «A mí me da la risa porque me dan ganas de decir: ¿y de qué otra cosa se puede hablar?». «Cómo nos parecemos», le dice Piñeiro.
"no desgajar la novela negra del resto de la vida"
Respecto a la evolución de los personajes femeninos en la novela negra, la autora de 'Catedrales' subraya que ha habido «un cambio desde la mujer fatal de algunos clásicos, en los que ellas siempre mal llevaban a algún hombre para que cometiera algún crimen». Desde su perspectiva, el «cambio radical que ponen las mujeres en la literatura negra» se encuentra «en los temas que tratan»: «Aparecen temas que no aparecían antes, como la violencia de género, el asesinato de mujeres, lo que pasa en México con Ciudad Juárez». «Y prostitución, trata de mujeres, trata de personas, etc.», añade Montero.
«Las mujeres hemos irrumpido en la sociedad en una mayor igualdad de representatividad, de derechos y de trabajos, y eso implica también adquirir una mayor voz pública, que haya muchas más escritoras, también de novela negra, y que la mirada sea más abierta, menos sexista», argumenta la periodista, e insiste en que «no se puede desgajar la novela negra del resto de la literatura, en primer lugar, y luego del resto de la sociedad y de la vida».
Piñeiro lamenta que existía una «mirada conservadora» por la que «una mujer no puede escribir sobre un asesinato» y «parecería que tiene que escribir de otros temas». «A mí me pasó durante una entrevista para un documental. Yo era la única mujer entrevistada y una de las preguntas fue: '¿Qué se siente ser mujer y escribir sobre crímenes?'. Mi respuesta fue: 'Lo mismo que ser varón y escribir sobre crímenes, supongo'», cuenta, y, en este punto, Montero reacciona: «Qué tonto, qué boludo, como dices tú».
"sensación permanente de que nos pueden sacar los derechos"
Preguntadas por el contexto político actual en sus respectivos países, Claudia Piñeiro critica que «la realidad en la Argentina es que muchos derechos están siendo atacados de distinto modo». Alerta de que «no necesariamente tiene que llegarse a que se dé de baja una ley vigente, por ejemplo la ley del aborto; pero si se desfinancia el sistema por el cual las mujeres acceden a un aborto legal, seguro y gratuito en un hospital, y volvemos al esquema en el cual una mujer rica se puede hacer un aborto y una mujer pobre no, entonces ese derecho está vulnerado».
A este marco, resalta, se le suma «la sensación permanente de que nos puede sacar cualquiera de los derechos» y eso lleva a «estar siempre preocupados por dónde va a ir ahora el nuevo ataque hacia la cultura, hacia las mujeres, hacia los grupos LGTB».
A su vez, la autora de 'El peligro de estar cuerda' considera que la situación actual y el futuro son «oscuros». «Tenemos unos enormes retos objetivos y reales como el calentamiento global, con toda la secuela que ello trae, por ejemplo la pandemia. Tenemos la crispación política existente terrorífica, el incremento de esa crispación, cambios en los bloques de poder tradicionales hacia otros. Tenemos el reto de la inteligencia artificial que es muy peligroso», enumera, y expone: «Hace 40 o 30 años vivíamos en una sociedad que tenía esperanza en el futuro y ahora vivimos en una sociedad global que tiene miedo del futuro».
Para ella, vivimos «un momento de descrédito del sistema democrático desde que salimos, con una salida falsa, de la anterior crisis del 2008». Explica que esta crisis supuso «el empobrecimiento de un cuarto de la población mundial», que vio cómo «los responsables de esta crisis se enriquecían aún más». Así pues, la periodista ve en esta realidad dos «críticas justas al sistema». Por una parte, que este sector de la ciudadanía «piense que esta democracia no los representa». Por otra, apunta que, al ser gente que «suele tener menos formación», «se están lanzando en manos de las demagogias más extremistas y estas nuevas políticas del odio».
Afirma que, además, existe una «tendencia potentísima hacia la reacción, hacia lo retrógrado y hacia la pérdida de los derechos adquiridos». «Siempre que hay un vuelco hacia un lado, surge un peso contrario. También cuando hay un vuelco hacia la progresía, surge un peso reaccionario», apostilla, y señala que «ahora la tendencia mayoritaria de los tiempos es retrógrada», aunque hace hincapié en que «se está armando la sociedad también». «En esa sociedad retrógrada empezó el MeToo, por ejemplo», sentencia, al tiempo que recalca la importancia de «la lucha no solo por avanzar, sino por mantener los derechos conquistados a lo largo de siglos».