Un programa desarrollado en el centro de adicciones Bitarte (San Sebastián) a través de una tesis de la UPV/EHU, que combinó la valoración del especialista y la dispensación de fármacos, y diseñado específicamente para personas usuarias de metadona ha conseguido tasas de curación del 97%.
La hepatitis C es una infección que en la mayoría de los casos evoluciona a una infección crónica, que con el paso de los años puede derivar en una cirrosis hepática o incluso cáncer hepático. La principal vía de trasmisión es la intravenosa, por lo que actualmente la mayoría de las infecciones nuevas se dan en la población usuaria de drogas inyectables, un colectivo en el que se conjuga una alta prevalencia de la infección y un elevado riesgo de trasmisión, según han indicado desde la UPV/EHU.
Las características específicas de este colectivo, «unidas a las múltiples barreras a las que tiene que enfrentarse, así como las limitaciones del propio sistema sanitario, hacen que este tipo de pacientes tengan serios problemas para adherirse al tratamiento», explica la autora de la investigación, la doctora Ylenia Pérez Castaño, adscrita durante la investigación al Hospital Universitario Donostia.
No obstante, subraya, los fármacos contra la hepatitis C desarrollados durante los últimos años «han cambiado el escenario terapéutico y, con pautas de tratamiento más cortas y de administración oral, sus tasas de curación se sitúan por encima del 95%».
«Teniendo en cuenta, además, que estos fármacos han demostrado ser seguros incluso en consumidores activos de drogas o en pacientes con enfermedades psiquiátricas, es fundamental desarrollar estrategias dirigidas a facilitar el acceso a la salud a poblaciones vulnerables como son los usuarios de drogas», afirma la doctora.
Para poder conseguir el objetivo marcado por la OMS de erradicar la infección para el año 2030, «es importante seguir estrategias de microeliminación (aplicar las medidas en una población concreta), donde el objetivo es eliminarla en este caso en pacientes que consumen metadona», explica.
En ese sentido, la doctora Ylenia Pérez Castaño ha analizado la prevalencia de la hepatitis C entre las personas usuarias del centro de adicción Bitarte (San Sebastián), en el que se ofrecen mantenimiento con metadona y donde los pacientes acuden con regularidad para hacer un seguimiento efectivo.
Los resultados muestran «la alta prevalencia de infección pasada o activa de hepatitis C, que alcanza un 73% (486 personas usuarias, de un total de 660)», explica la doctora. «Hemos visto que más de la mitad (275 de los 486) tiene la infección activa no tratada y sin seguimiento médico», añade.
Acercar el tratamiento al paciente
Vista la alta prevalencia y en colaboración con el doctor Chouza Pérez, psiquiatra del centro de adicciones Bitarte, diseñaron un nuevo circuito de atención médica para facilitar el acceso al tratamiento. «El psiquiatra y el equipo asistencial del centro han sido el pilar fundamental y nexo indispensable entre la población y nuestro servicio», afirma la doctora. De esta manera, han integrado la valoración del especialista y la dispensación de los fármacos en el propio centro de adicciones.
«Una vez realizada la valoración y el estudio de cada paciente, solicitábamos el tratamiento a farmacia, siguiendo los protocolos de tratamientos vigentes en cada momento en Osakidetza, y era el equipo de enfermería del centro quien se encargaba de su dispensación, en función de las características individuales, con el objetivo de optimizar la adherencia al tratamiento», explica la doctora Pérez.
Con esta nueva estrategia de enlace «hemos conseguido tratar al 87% de los pacientes con una tasa de curación del 97%. Adaptándonos a estos pacientes, acercándonos a ellos, hemos conseguido muy buenos resultados y tasas de curación muy altas», destaca.
Por otra parte, dado que múltiples estudios han relacionado la ansiedad, la depresión y la baja calidad de vida con la propia hepatitis C, e incluso se ha sugerido que estos síntomas mejoran con la curación de la enfermedad, se les realizaron test psicométricos para valorar la situación cognitiva, psiquiátrica y la percepción de calidad de vida antes del tratamiento y al año de curación de la infección, pero «no hallamos diferencias entre los resultados antes y después del tratamiento», concluye.