Síguenos F Y T L I T R

El señor doctor

|

Pasaban los meses y un crío de 25 años ya era todo un señor Doctor. El paso del estatus de estudiante al de Médico de verdad se había completado en menos de un año. Verano de 1981. 9 meses después de llegar a Priego a trabajar con carácter de Interino como Médico Titular y en solo unas semanas ocurren 2 acontecimientos que iban a significar un cambio importante en mi vida. A poco de empezar el mes de agosto se convocan oposiciones para conseguir una plaza de Medico Rural con carácter definitivo, y el día 30 nace mi hija mayor Almudena. La que era mi mujer ya estaba en Madrid con su familia, preparada para el parto. Y mis padres se habían venido a cuidar de su hijo a Cuenca.

Cuando llegó el día 30, y a primerísima hora de la mañana me avisaron que ya había ingresado en la Clínica de la Milagrosa, cercana al domicilio en Madrid de sus padres, en el barrio de Chamberí. Casualidades de la vida yo también nací en una pequeña clínica en ese mismo barrio. Nada más avisado partí hacia Madrid, todo lo deprisa que mi robusto y práctico pero no muy ligero Seat Panda me permitió. 903 cc y 45 caballos no dan para mucho. Si recuerdo que el camino fue un suspiro y que prácticamente el coche me llevó con el piloto automático puesto. No llegué, obviamente al parto. La niña hacía un buen rato que había nacido. Me pareció una preciosidad, tan pequeñita y tan frágil. Le habían puesto un inmenso chupete, y aunque era domingo y no iba a ser fácil me lancé a buscar por Madrid alguna farmacia abierta para comprarle un chupete anatómico que no deformara su paladar… Horas, pero lo conseguí, lo malo es que ella no lo quiso y en cuanto intenté darle el cambiazo por el chupete enorme que le habían dado se puso a llorar.

Tras uno o dos días partimos hacia Tarancón donde su familia tenía un caserón, donde mis dos niñas se quedaron unos días al cuidado de los suegros, y yo volví a mi trabajo. Cada día me movía de Priego a Tarancón para estar el máximo tiempo con ellas. 99 km de camino, y alrededor de hora y media. Salía después de pasar consulta para llegar a comer, pasaba la tarde y la noche en Tarancón y de madrugada volvía a Priego. Y eso fue así durante al menos 3 semanas.

Para las fiestas, el 21 de septiembre, madre e hija ya estaban en nuestra casa. Aquel Seat Panda tenía una peculiaridad y es que el asiento trasero consistía en un sillón colgado de unas barras, y que tenía la posibilidad de ponerse en L en modo asiento o en V como una cuna. Y en esa posición iba mi hija, ya que en cuanto subía al coche se dormía, cosa que seguramente era genético porque su madre también. Aquellas primeras fiestas en Priego, pueblo con plaza de toros permanente y tradición taurina me convirtieron, con gran espanto, en Medico taurino, como función añadida a mi condición de Medico Titular. También hacia de Hidrólogo en un balneario en el cercano pueblo de Alcantud, aunque lo de las aguas era mucho menos peligroso.

Los festejos taurinos duraban varios días. La enfermería era algo absolutamente digno de museo, ya que había camilla, lampara, un porta sueros y alguna cosa mas, que ya tenia sus años y que obviamente solo se utilizaban dos o tres días al año. Los sueros, jeringas, gasas, vendas, demás material y medicamentos los alquilaba la farmacia y estaban en una caja de cartón. Como para buscar algo con prisas. El acceso a la enfermería estaba en el tendido donde daba el sol, con lo cual, entre el miedo y el sol me pasaba las 2 horas sudando. Los dos años que me toco ejercer esa función me hicieron perder mi, previamente inexistente, amor por el arte taurino. Nada más acabar las fiestas me puse en marcha para prepararme para las oposiciones.

Éramos unos cuantos médicos interinos amiguetes en pueblos cercanos, por lo que decidimos comprar los apuntes de varias academias para tener los temarios más completos. Aunque los compramos entre 4, finalmente estudiamos juntos solo 3. El compañero de La Frontera Paco, y Antonio hijo del veterinario de Priego. Fundimos los apuntes en solo uno y empezó la maratón. Recuerdo llegar a estudiar más de 12 horas diarias durante el año siguiente. Priego de Cuenca era un pueblo muy venido a menos, y el tener dos médicos para una población tan pequeña hacia que el trabajo fuera muy sosegado. Esas consultas me distraían muy poco de lo que durante un año completo iba a constituir mi verdadero objetivo: Aprobar las oposiciones.

Horas de estudio desde la madrugada, interrumpidas por un par de horas de consulta, tras las cuales volvía a estudiar hasta la hora de la comida. Un poco de descanso y la tarde de un tirón hasta la hora de la cena. Horas y horas concentrado y sin nada que me apartase del estudio. Los fines de semana me relajaba un poco y junto a nuestros amigos normalmente soltamos hacer alguna excursión por la zona. Para estar más concentrados frente al examen decidimos irnos a Madrid la última semana. El plan era levantarnos pronto, estudiar hasta la hora de comer. Y por la tarde estudiar solo hasta media tarde, y salir a despejarnos.

Uno de los días decidimos ir al cine, y vimos la que para mí fue una magnífica película, pero que no gustó al resto de mis compañeros ni a nuestras parejas. Blade Runner de Ridley Scott. La he visto varias veces después, y me sigue gustando y también conseguí su maravillosa banda sonora de Vangelis. La acción se situaba en un lejano 2019 en una extrañamente oriental Ciuda de los Angeles. Fue un examen maratoniano, y salí francamente decepcionado. La verdad es que mi apreciación de los resultados fue francamente pesimista ya que obtuve muy buen resultado.

Tras el primer examen de la oposición en el mes de junio del 82, y con medio camino andado, me compré mi primer 'coche de familia'. Dudé entre el Escort 1300 y el Renault 9. Finalmente fue el Ford el que finalmente compré. Mi primer coche con 4 puertas y un motor como para salir a carretera. Pero fue comprarlo, aparcarlo y contemplarlo desde la ventana, ya que ese verano había que seguir estudiando para el segundo examen. El primer examen de la oposición lo hicimos en una sala del hospital Clínico, situado en la Ciudad Universitaria, en Moncloa.

Un año después de aprobar el segundo examen de la oposición de Médico Titular de APD, se nos convocó a elegir plaza. Durante los meses anteriores me dedique a escribir a todos los colegios de Medicos de España para recabar información sobre las plazas que se ofrecían en toda nuestra geografía. Era la posibilidad de elegir desarrollar mi trabajo por muchos años en cualquier parte de España, y dado mi buen resultado en las oposiciones tenia mucho donde elegir.

Había pueblos en Galicia con un numero impresionante de autónomos agrarios que estaban muy bien pagados, no recuerdo si dos o tres veces las cartillas del resto de afiliados a la Seguridad Social. Una de mis primeras consideraciones fue buscar pueblos de costa, quería mar cerca. Mi primera visión del mar fue a los 9 años, y desde entonces ya me planteaba no vivir lejos de él. Vi pueblos en el País Vasco, en Catalunya, en el Levante, en Andalucía…

Lo más visto