El Dr. Juan Lastra es el nuevo neuropediatra de Juaneda Hospitales, con consulta en el servicio de Pediatría del Hospital Juaneda Miramar. Tras formarse como especialista en el Hospital de la Paz (Madrid) ha recabado una amplia experiencia sobre una enfermedad poco o mal conocida, más allá de los tópicos y leyendas urbanas: la epilepsia infantil.
«El estereotipo que tenemos de esta enfermedad —explica el Dr. Lastra— es el de la imagen, tan frecuente en las películas, de una persona convulsionando y echando espuma por la boca porque está sufriendo un ataque de epilepsia, cuando sus manifestaciones, sobre todo en niños, pueden ser a través de síntomas muy diferentes». A menudo «las crisis epilépticas cursan con una sintomatología mucho más sutil», como en los niños, «en los que es síntoma frecuente que se den ausencias (el niño pasa unos segundos en los que no conecta adecuadamente con el medio) de las que a menudo los padres no son muy conscientes hasta que son muy repetidas o deterioran su actividad diaria. También pueden darse «crisis focales, en las que hay componentes emocionales, discognitivos, los niños, de repente, comienzan a hacer movimientos raros, pero sin que necesariamente se den convulsiones como tal, sino automatismos, estar desorientados o despistados», explica el especialista en Neuropediatría.
En ocasiones, «sin verse ningún tipo de crisis, los niños con epilepsia pueden sufrir un estatus durante el sueño en el que lo que se percibe es que empieza a bajar el rendimiento escolar. Hay que tener en cuenta —añade el especialista en Neuropediatría— que la sintomatología de la epilepsia en niños puede ser muy florida, muy variada». En la epilepsia —recuerda el Dr. Lastra— «se produce una crisis de sincronización de un grupo de neuronas, en ocasiones de la práctica totalidad de la corteza (cuando se habla de crisis generalizadas) que se desconecta del funcionamiento normal y según el área de la corteza que mayor afectación tenga se ven estimulaciones concretas». «Si se produce la afectación en el área motora —continúa— podemos ver movimientos bruscos, a veces más sutiles. Si la zona afectada es el área sensitiva, el paciente que sufre una crisis notará pérdida de sensibilidad o sensaciones anómalas en alguna parte de su cuerpo. Si afecta al área visual se pueden ver fenómenos alucinatorios o formas alteradas».
En cualquier caso, «depende de la parte del cerebro que más se afecte, o si se afecta la corteza de forma global se ven las crisis generalizadas, en las que el paciente pierde la consciencia, y se comienzan a hacer movimientos de todos los grupos musculares», imagen que aunque no es la única, es la que normalmente se asocia más con la epilepsia.
La epilepsia puede aparecer a cualquier edad, aunque «hay dos picos de afectación, que son la etapa neonatal y la infancia, que es donde se dan con mayor frecuencia, y luego en los ancianos. A nivel neonatal se suele restringir a los primeros días de vida. Y «dado que es una alteración del funcionamiento del cerebro» puede afectar al rendimiento escolar. Según el tipo y el número de crisis y «si afectan a la arquitectura del sueño», la epilepsia, «y hay estudios científicos que lo avalan, esta enfermedad puede producir disminución de rendimiento en algunas tareas ejecutivas o en la memoria», sin olvidar, en cualquier caso, «que es una patología que se trata y puede ser reversible».
Existe un riesgo, dependiendo de la seguridad del entorno en el que se produzca la crisis, y especialmente si ésta es prolongada, de que el paciente pueda sufrir algún tipo de daño, aunque «por lo general, las crisis se toleran bastante bien en los niños y no suponen que de por sí se produzca un daño, aunque el pronóstico mejorará cuanto antes se diagnostique». El diagnóstico de la epilepsia infantil puede llegar a ser complejo. El Dr. Juan Lastra, neuropediatra de Juaneda Hospitales, recuerda que «se realiza en base a la historia clínica y a la exploración física y a pruebas neurofisiológicas, las más importantes para el diagnóstico inicial, como el encefalograma, que hay que hacer con mucha precisión».
Una vez se tiene confirmado el diagnóstico de epilepsia en un niño, «la higiene de vida es muy importante» y «normalmente utilizamos fármacos anticonvulsivos», teniendo en cuenta que «el tratamiento no tiene por qué ser para toda la vida; en no pocos casos de epilepsia infantil el tratamiento se puede suspender al cabo de unos años».
Los padres de niños con epilepsia tienen que estar atentos a los avisos que aparecen en algunas películas, espacialmente de dibujos animados o juegos de pantalla, sobre el riesgo de que determinadas imágenes puedan provocar crisis epilépticas: «No en todas las epilepsias se da el fenómeno de foto sensibilidad, pero sí afecta a un grupo de pacientes. Los destellos lumínicos, los parpadeos, pueden desencadenar una crisis, o lo que llamamos respuesta foto paroxística o fotosensible. En estos casos —advierte el especialista— hay que tener precaución, aunque no todos los videojuegos o películas producen destellos a estas frecuencias, pero es algo que los padres han de tener en cuenta».
Ante esos estímulos y en niños sensibles «pueden desatarse crisis de las habituales, aunque en otros casos podrán ser más sutiles, como parpadeos, detención de actividad, tal vez durante unos pocos segundos, lo que es más difícil de detectar, por lo que siempre es importante que haya una supervisión de los padres ante pantallas y otras circunstancias».