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«El deportista ha de hacerse pruebas cardiológicas cuando empieza, si de repente rinde menos o si tiene síntomas»

DR. Andrés Glenny, cardiólogo y especialista en cardiología deportiva de Juaneda Hospitales

El DR. Andrés Glenny, cardiólogo y especialista en cardiología deportiva

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El Dr. Andrés Glenny Faggi es médico especialista en Cardiología de Juaneda Hospitales, experto en cardiología del deporte, siendo el facultativo que realiza las revisiones a los futbolistas del Real Mallorca. En esta entrevista el Dr. Glenny habla de las pruebas cardiológicas que es conveniente realizarse antes de iniciar una actividad deportiva y de las precauciones que hay que tomar para evitar problemas y patologías cardíacas.

—¿En qué consisten las pruebas cardiológicas que se hacen a los deportistas?
—Estas pruebas van desde lo más básico a lo más avanzado, según lo que nos cuenta el paciente cuando se le hace la historia clínica. Es básico que un médico que entienda del tema te escuche para conocer síntomas, antecedentes personales e historias familiares, que es lo más importante de todo. Seguimos con la prueba más simple todas, que es el electrocardiograma normal y que ya discrimina mucho los sujetos de riesgo. Y a las personas que van a practicar deporte de un modo más competitivo o habitual, con un esfuerzo más importante, les realizaremos un ecocardiograma, que es una prueba estructural, para detectar si el corazón es más grande o más pequeño, si alguna válvula funciona mal, si se contrae más o menos o funciona todo bien.

—¿Y si se trata de deportistas de competición?
—Después de esas pruebas y especialmente si el deportistas compite, lo que suele hacerse es una prueba de esfuerzo (medición de constantes mientras el paciente corre sobre una cinta, conectado a equipos de medición), de la que tenemos dos modalidades. La más importante y la que hacemos siempre es la convencional, que nos sirve para discriminar riesgo de que el paciente no haga sufrimiento cardíaco o arritmias, ni ninguna de las cosas que nos preocuparían. Si lo que se quiere discriminar el estado físico se realiza la prueba de esfuerzo pero con consumo de oxígeno o de gases, lo que nos permite conocer el estado de entrenamiento del deportista. Esta prueba de esfuerzo con oxígeno o gases no está recomendada categóricamente para quién viene a conocer su estado de cara a hacer deporte y quiere evitar riesgos, es solo para definir el estado físico. Si todas estas pruebas dan buenos resultados, normalmente ya es suficiente para el deportista. Si se encuentra algo anormal o se tienen antecedentes familiares importantes de patología cardíaca, en especial algún caso de muerte súbita o arritmias, se recurre a una imagen más detallada como es la resonancia magnética cardíaca, que ya nos aporta mucha información.

—¿Por qué es importante realizar estas pruebas?
—Este tipo de pruebas son especialmente importante para quienes quieren practicar deporte pero vienen de no practicarlo. La persona que no hacía deporte y comienza a hacerlo, porque quiere bajar de peso o estar en forma, va a someter a su cuerpo a un esfuerzo que no es el habitual, llevándolo un poco más cerca de su límite, de modo que hay que conocer aunque sea lo básico, para saber de dónde estamos partiendo. Hay pacientes en los que con una exploración encontramos un soplo o en los que un simple electrocardiograma puede saber que tiene una anormalidad o que hay otra razón para hacer una exploración más en profundidad. Es más discutible que haya que hacer a todos los que llegan a la consulta antes de practicar deporte una prueba de esfuerzo, aunque en aquellos casos en los que se va a realizar un esfuerzo físico importante sí que es recomendable, porque es la mejor prueba para estratificar riesgos. Mucha gente se la hace pensando que una vez hecha está tranquila porque sabe no tiene nada, pero lo que hay que decir es «me la hago para estar tranquilo de que no tengo riesgo». Insisto en que lo recomendable ante una persona que va a hacer deporte es realizarle unas primeras pruebas, muy simples, que se pueden hacer en una tarde y que nos permiten estar tranquilos.

—¿Qué importancia tiene la edad a la hora de hacer estas pruebas?
—Según las edades vamos a discriminar la actividad. No tenemos que hacerle todas las pruebas a un joven que practica deporte de un modo habitual pero no competitivo, con un electrocardiograma probablemente será suficiente. Para alguien que va a competir, como es el caso de futbolistas, tenistas, ciclistas, atletas, ya necesitamos saber algo más, no solamente si todo está «normal». Ahí ya sí que recomendamos que se haga una ecografía y una prueba de esfuerzo.

—¿Qué riesgos podrían derivarse de no realizarse estas pruebas?
—Los riesgos, en un paciente que no tiene antecedentes o que no está practicando deporte, también dependen mucho de la edad. En alguien muy joven la mayoría de los riesgos los vamos a definir solo con hacer una buena historia clínica y familiar y una exploración física normal, que completaremos con las pruebas mencionadas. En esos deportistas queremos detectar el riesgo de muerte súbita, es decir, que una persona se ponga a practicar un deporte que no hacía y en plena actividad se caiga muerto. Es algo que queremos prevenir y que lo vemos, incluso en deportistas muy controlados. También queremos detectar el riesgo de que haya una patología silente, que no se manifieste, como una arteria medio tapada, una enfermedad coronaria… volvemos a lo mismo, depende de la edad. Es algo que no vamos a sospechar en un chico de 10 años que viene a jugar al fútbol, pero si viene alguien de 55 o 60 años que quiere comenzar a hacer una actividad intensa, saber que no hay ninguna arteria tapada es importante. Puede ser que esa persona se ponga a practicar deporte y tenga una angina de pecho —prevenirlo es algo bastante simple— o que por tener arterias un poco ocluidas haga una arritmia y pueda fallecer. Esas posibilidades son las más importantes que queremos prevenir.

—¿Pueden estas pruebas prevenir la muerte súbita del deportista?
— Hay dos modos fundamentales de prevenir la muerte súbita. Una es la del paciente que tiene un historial familiar, que es el caso más importante de todos y al que vamos a tener que hacer pruebas mucho más finas, que podrían incluir una resonancia cardíaca. El otro caso es del paciente que puede tener una enfermedad subyacente, como una arteria parcialmente tapada, que puede generar un riesgo de hacer una muerte súbita. La prevención no es muy compleja. En el primer caso se basa en la prueba de esfuerzo, pero más en la imagen. En el segundo, se va a basar más en la prueba de esfuerzo que en la imagen. Si es un paciente que no tiene mucha patología, con un ecocardiograma y con una prueba de esfuerzo ya se previene mucho. Nunca vamos a prevenir el cien por ciento. En medicina hablamos siempre de porcentajes, pero con estas pruebas bajamos mucho la probabilidad de que se dé un caso de muerte súbita.

—¿Cada cuánto tiempo hay que repetir este tipo de pruebas?
—No está muy establecido un criterio en ese sentido. Sin duda hay que hacérselas cuando se inicia la actividad deportiva. Si hay cualquier cambio clínico, también hay que hacerlas. O si un deportista te dice que entrenaba siempre y de repente te dice que desde hace unos meses rinde menos. De hecho, esta consulta la vemos con mucha frecuencia. Un caso: un corredor de maratón que nos dice que hace unos meses se cansa al comenzar a correr la prueba y que más adelante le dolía el pecho al subir escaleras. Terminó con stent [dispositivo que se coloca dentro de una arteria para desobstruirla] y hasta ese momento estaba sano y tenía solo 50 años. En resumen, que si bien la frecuencia para hacerse estas pruebas no está bien definida, sí que recomendamos hacérselas siempre al comenzar, siempre si hay un cambio. Y en un paciente sano, si se decide hacer una prueba de esfuerzo, una ecografía o una ergometría cada cinco años y un electrocardiograma todos los años, en ese caso sí con esa frecuencia porque es algo muy simple y no tiene sentido demorarlo.

—¿Qué síntomas tiene que hacernos sospechar que hay que acudir al cardiólogo y tal vez realizarse esas pruebas?
—Si un paciente va a practicar o está practicando deporte, los síntomas van desde el más simple de todos, el cambio de clase funcional. Es decir, un paciente que nos dice que podía hacer algo antes y que ahora no puede. Eso es lo más importante, más allá de cuál sea el síntoma (falta de aire, dolor de pecho, mareos…) ese cambio hay que mirarlo. Dentro de los síntomas más típicos, y si tenemos que ser más específicos, estaría, primero, el dolor de pecho, aunque no tiene por qué ser un dolor propiamente dicho: el dolor más típico es una presión, la sensación de que aprieta el pecho, el cuello o la mandíbula. Y la relación de ese síntoma con el esfuerzo nos orienta mucho. Si el paciente te dice que hace esfuerzo y le aparecen los síntomas, que deja el esfuerzo y desaparecen, ya tenemos la sospecha. Si el paciente percibe esos síntomas y los asocia de ese modo al esfuerzo, debería consultar. Después hay síntomas más inespecíficos, como podrían ser la pérdida de conciencia: quien tiene un desmayo súbito, de la nada, sin causa aparente, tiene que consultar. Y más si ese desmayo se produce en plena actividad deportiva, ya que en esos momentos la presión sube y que se produzca en esas circunstancias un desmayo indica que podría haber una arritmia o un problema similar. El tercer síntoma a tener en cuenta es la falta de aire, lo que llamamos disnea. Un paciente que nota que se cansa más, que se fatiga, que le cuesta más respirar al hacer un esfuerzo, hay que mirar a ver qué pasa.

—¿Precauciones básicas a la hora de empezar a hacer deporte?
—Lo primero, tener en cuenta que la gente normal no somos atletas. Esos que dicen que quieren correr una maratón a fin de año y otra a principios del año que viene… No es muy recomendable para alguien que no es un atleta y que quiere jugar a serlo. Es peligroso. Hay que tener en cuenta que los que no somos atletas, por mucho deporte que hagamos, no tenemos el cuerpo acostumbrado ni preparado para hacer un deporte extremo. No es recomendable que la gente normal quiera hacer maratones, triatlones… Incluso si las pruebas salen bien, yo no lo recomiendo, porque no estamos hechos para eso. El deporte sano, en alguien normal, es el que no nos llega a agotar al cien por cien, que lo empezamos poco a poco y lo terminamos poco a poco. Eso es importante, porque se han puesto de moda deportes con un inicio y fin muy brusco. Y eso, en general y desde el punto de vista cardiológico, es lo que tiene más riesgo, porque de golpe si al corazón lo ponemos de estar muy tranquilo a hacerlo latir muy rápido o forzado, la posibilidad de hacer ahí una arritmia es mucho mayor que si se ha comenzado calentando poco a poco, aumentando, llegando al esfuerzo que se puede hacer y después se va bajando, también poco a poco. Empezar poco a poco, no llegar al extremo del esfuerzo y terminar poco a poco son las tres reglas más importantes para evitar un problema cardiovascular en el deporte. Y hacer los chequeos que tocan y si aparece un síntoma consultar.

—¿Consejos nutricionales?
—Lo mismo que decimos para las patologías. Lo que tenemos que utilizar es el sentido común. Lo primero de todo es saber que de acuerdo al tipo de deporte que estemos haciendo vamos a necesitar más hidratación de la cotidiana. Eso es lo más importante de todo, teniendo en cuenta que se hacemos una dieta normal no necesitamos un suplemento, ya que sería como echarle gasolina a un coche diesel: va a explotar mucho más, sí, pero se va a fundir. Soy bastante enemigo de todo lo que son suplementos. Mi consejo es que una persona que va a practicar un deporte no coma un suplemento extra de proteínas y aminoácidos. Tampoco recomiendo el consumo de creatina, así como de todas las cosas que nos aumentan los rendimientos energéticos, porque en el fondo vamos a estar forzando. Sí que hay que tener en cuenta que ha de haber un espacio entre la comida y el deporte y que ésta, cuando se previa a la actividad física, sea de digestión fácil y que nos aporte energía.

—¿Cuál sería, pues la comida idea cuando se va a practicar un deporte?
—Posiblemente, hidratos de carbono simples, un plato de pasta o una cosa así sea lo ideal en las horas previas a la actividad; Va a aportar energía, es fácil de digerir (para que no robe flujo por otros lados) y va a permitir practicar bien el deporte. Después, si hay que recomponer el cuerpo, puede ser indicada una comida que tenga más proteínas, pero eso, no los aminoácidos de bote. Es decir, sería cenar, esa noche, un pescado, un pedazo de carne o vegetales ricos en proteínas, que ayuda a recomponer lo que se pueda haber lesionado en el deporte, pero cuidado con los suplementos, más allá de una bebida isotónica. El resto no son muy recomendables. Incluso en personas entrenadas, más en las que no lo están. Hay que reconocer, honestamente, que los deportistas de la mejor élite tienen a veces una expectativa de vida más baja, porque están forzando el organismo más de lo que toca. No queramos, los que no lo somos, jugar de vez en cuando a ser deportistas de élite, porque puede ser peligroso.

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