El mejor balance de un año lo ofrecen las cifras. Aparte de los hitos particulares de cada empresa o las circunstancias que condicionaron los 365 días vividos, los datos globales son un indicador fehaciente de la salud y tendencias del sector. El turismo en 2023 aportó el 12,8% del PIB, máximo histórico, pero no solo eso, el pasado año visitaron España 85 millones de turistas y el turismo contribuyó a la economía española con la cifra más elevada de su historia, casi 187.000 millones de euros. Por primera vez, España se convierte en el segundo país más visitado por los turistas del mundo y no me extrañaría que pronto superemos también a Francia.
Buena parte del éxito del turismo español corresponde a Balears, sede de grandes empresarios del sector que han sido pioneros, ya no solo en el desarrollo del turismo de calidad en destinos sol y playa nacionales, sino también internacionalmente con una importantísima presencia en México y el Caribe. Con un entorno envidiable y extraordinaria localización, el entramado empresarial de la mano del sector público ha construido a lo largo de los años una oferta de hostelería y ocio de primerísimo nivel, que le ha permitido diferenciarse y posicionarse ante el resto de destinos.
A pesar de la situación geopolítica que atraviesan algunas regiones del mundo y otros retos de largo alcance a los que siempre debemos prestar atención para prevenir y amortiguar su posible impacto, los datos del último ejercicio y lo que hoy muestran los libros nos arrojan una perspectiva positiva de cara a la próxima temporada estival. Dicho esto, las buenas previsiones invitan a seguir trabajando, porque cada décima del porcentaje que la industria aporta al PIB de España cuesta ganarla y existen desafíos especialmente importantes para las islas.
En mi humilde opinión, posiblemente el más relevante en estos momentos alude a la oferta ilegal de alojamiento, que impacta fuerte y directamente en fibras tan sensibles como la percepción de masificación y, sobre todo, la falta y encarecimiento de vivienda digna para residentes y trabajadores temporales que dificulta, aún más, la atracción y retención de talento. Mi preocupación con respecto a la vivienda ilegal, compartida por muchos, no descansa sobre el temor a que impacte en la demanda de nuestros hoteles y a favor de la vivienda vacacional que se comercializa en diversas plataformas. El posicionamiento de nuestras marcas, la diferenciación y calidad de nuestra oferta es y seguirá siendo nuestro mejor escudo.
Hay espacio en el mercado para todo tipo de oferta de alojamiento, pero siempre en equilibrio y en cumplimiento con la regulación. Soy crítico con respecto a la timidez y lentitud de las administraciones en aterrizar planes, controles y medidas eficaces para restablecer el equilibrio en este tema tan sensible para un sector tan estratégico como el turismo.
Por otra parte, como parte del proceso de transformación que está posicionando a las islas como destino de excelencia, debemos señalar que el desarrollo sólo es viable si viene acompañado de medidas de sostenibilidad que pongan el foco no sólo en el aspecto medioambiental, cada día más regulado, sino en el interés genuino de las empresas y los equipos que las componen para generar un impacto positivo real en el entorno y en las comunidades donde operamos.
El peso del sector turístico y su relevancia en términos económicos y sociales ha sido indiscutible a lo largo de los años y conlleva una gran responsabilidad para todos aquellos que, desde el sector público o privado, conformamos esta maravillosa industria. El compromiso lo debemos asumir no solo frente a los turistas que nos escogen por delante de otros destinos competidores, sino también frente al territorio y las comunidades donde ejercemos nuestra actividad. En la medida que sepamos equilibrar los intereses de las tres partes, el futuro de Balears como destino de excelencia estará garantizado por muchos años más.l