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De una ómicron con guerra, al éxtasis empresarial turístico

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Hace un año por estas mismas fechas las previsiones turísticas eran toda una incógnita. En la feria de Fitur-Madrid se palpaba en enero de 2022 un ambiente pesimista porque todos los mercados emisores se veían afectados por la nueva variante de la COVID, el virus Ómicron. Messe Berlín, ante su evolución, optó por no celebrar por tercer año consecutivo la feria internacional ITB de Berlín, lo cual generó aún más inquietud en toda la industria turística y en el tejido productivo balear y español, así como del resto de países europeos. El pesimismo era generalizado ante la evolución de los acontecimientos. A esto se sumó el 24 de febrero la invasión de Ucrania por parte de Rusia, lo cual generaba más incertidumbre porque la guerra supuso un antes y un después en la evolución de la inflación y los costes energéticos. Todo parecía que se iba al traste y que las economías europeas iban a registrar otro ejercicio en negativo y con la evolución del PIB a la baja. Con este horizonte plagado de incertidumbres y con el sentir general de que no se podía hacer nada se llegó a la Semana Santa. Abril fue un mes un tanto esquizofrénico, porque los contagios por la Ómicron se disparaban y la guerra se enconaba a todos los niveles. Las previsiones económicas y turísticas quedaban en el aire y ningún gurú se atrevía a vislumbrar un horizonte despejado. Sin embargo, a partir de mayo y junio todo fue cambiando de forma paulatina con la progresiva flexibilización de las medidas de control sanitario en Europa.

Mayo fue titubeante, pero junio fue la confirmación de que todo era posible, como así lo fue al final. La reactivación turística fue incipiente, pero su evolución fue cuántica por cómo se produjo a lo largo de las próximas semanas. Las ganas de viajar en todos los mercados emisores europeos, principalmente en Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Escandinavia y, también, en España, hizo que se produjera un vuelco generalizado y que la actividad turística se normalizara para sorpresa de turoperadores, aerolíneas, hoteleras, resto del tejido productivo turístico y para todas las instituciones políticas y económicas. Fue como pasar de la nada al todo y que una temporada turística que se preveía a priori perdida, al final se convirtió en la más rentable y por encima de los baremos de prepandemia. Los analistas económicos se vieron obligados a actualizar sus informes de coyuntura y provocó, ante el boom turístico, que los crecimientos del PIB se revisaran varias veces antes del cierre del año. Balears fue uno de los destinos vacacionales más favorecido por este cambio de rumbo, de ahí que el alargamiento de la temporada hasta principios de noviembre y un último trimestre en positivo, hizo que el pesimismo del primer trimestre se pasara a una euforia contenida. Las Islas registraron récords de ocupación, ingresos, creación de puestos de trabajo. De la pesadilla se pasó a una realidad en la que el optimismo fue generalizado. Este año se sigue la tendencia y se espera un 2023 histórico.

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