No ha sido el final que merecía. Es evidente que el guión de su epílogo lo ha escrito el propio Rafael Nadal de su puño y letra. Pero no ha sido el epílogo soñado. Aquel tenista que jamás daba una pelota por perdida, que era capaz de ganar puntos inverosímiles, que encogía el puño y gritaba un Vamos para poner a España en pie, se quedó en algún cajón de los recuerdos hace dos años por culpa de las lesiones.
Nadal ha librado una batalla contra su propio cuerpo en los últimos tiempos y ha perdido. La máquina que en tantas ocasiones le sirvió para alcanzar la gloria dijo basta cuando, seguramente, más ganas tenía el mallorquín de salir a la pista. Nada que reprocharle. En absoluto. Pero seguro que él mismo, visto lo visto, hubiera preferido retirarse de otra forma, en la cúspide y no transmitiendo la frustración por no poder ser el que era que ha mostrado en sus últimas citas. Anímicamente debe ser muy duro para él verse incapaz ni siquiera de acercarse a su nivel. La humillante derrota en los Juegos ante Djokovic le hizo firmar la rendición y poner día y hora a su retirada.
El mallorquín quiso probarse en la Davis para cerrar el círculo, pero sucumbió sin excusas. Como él dijo en la previa los finales felices solo existen en las películas americanas...Merecía otro final.