Las cuatro mejores raquetas del mundo medirán mañana sus fuerzas por la final de Roland Garros y, entre ellos, estará por sexta temporada Rafael Nadal. Mientras Federer y Djokovic velaban armas de cara a su particular duelo, el número uno del mundo recuperó ayer la sonrisa a costa de Robin Soderling, al que venció 6-4, 6-1 y 7-6 (3) en dos horas y 35 minutos. El campeón pide paso y ahora se las verá con Andy Murray, verdugo ayer de Juan Ignacio Chela (7-6, 7-5 y 6-2). El mallorquín sigue en la carrera por igualar las seis Copas de los Mosqueteros de Bjorn Borg y mantiene el desafío tras haber sacado a relucir su mejor versión en lo que va de torneo.
Ante Soderling era el día y la hora. Eran los cuartos de final, pero tenían más de final que de cuartos. Era la reedición del encuentro decisivo de 2010 y el reencuentro ante su único verdugo en París. Era el examen crucial para reafirmar la candidatura a Roland Garros y Rafael Nadal siempre cumple. Dio un paso al frente el día señalado y doblegó a Soderling para despojarse de la pesada mochila de las dudas que habían lastrado su avance en el torneo.
Lección de lectura
El número uno del mundo no alcanzó la excelencia, pero sí dio una lección de lectura del juego y un manual de conatraataque. El vigente campeón minimizó sus errores (13 no forzados) y exprimió los muchos fallos de su adversario (41 no forzados). Nadal, que se liberó y fue encontrando el ritmo que más le conviene, tuvo que acumular kilómetros desde su trinchera situada algo lejos de la línea de fondo, pero se movió bien, se colocó mejor y cuando más temibles fueron los palos de Soderling, más mortales y decisivas fueron las respuestas del isleño.
Fiable con el saque (77% de primeros por el 54% de Soderling), el manacorí tiró de recursos y volvió a exhibir galones en los momentos complicados, porque los hubo y especialmente en el tercer set. Y eso que el partido arrancó como le gusta al mallorquín, es decir, con Soderling al resto y anotándose el primer break. Nadal tenía muy clara su misión y las dos rupturas que le dieron el 3-0 le concedieron el margen para llevar a su rival a la trampa que le tenía preparada. Cedió una vez su saque (3-1), pero los intercambios más largos eran para el balear, que en 50 minutos se anotó la primera manga 6-4.
El mallorquín gana el 95'8% de los partidos que comienza por delante en el marcador y, aunque Soderling no conozca la estadística, lo cierto es que el golpe moral le desconectó. Vio el partido muy cuesta arriba. Al saque se apuntó el primer juego del segundo set, pero Nadal iba a más. Le arrolló. El manacorí era el dueño del partido mientras su rival lanzaba la raqueta y miraba a su banquillo buscando respuestas que no le podían dar. Nadal, muy concentrado y sin apenas despistes, exigía golpes casi perfectos a su contrincante. Además, solo cometió dos errores en todo el set, logró tres rupturas y encadenó seis juegos seguidos para cerrar la manga en 32 minutos por 6-1.
El pentacampeón de la Copa de los Mosqueteros había encontrado su ritmo y elevó a ocho sus juegos seguidos. El sueco parecía KO, pero la necesidad más imperiosa fue la inspiración para Soderling, que recuperó sus mejores prestaciones para llevar al mallorquín al límite. Nadal tuvo que salvar hasta tres bolas de break con 5-5 y la solidez demostrada por el isleño se extendió a la suerte del tie break. Con la mente fría y la derecha engrasada, el manacorí cerró el partido a la primera oportunidad 7-6 (3).
Penúltimo escalón
En el penúltimo escalón hacia la gloria Nadal se topa con Andy Murray, que superó, no sin esfuerzo, al veterano Juan Ignacio Chela en un partido en el que supo marcar las diferencias ante un adversario que pareció sufrir cierto vértigo cuando tenía al escocés a su merced. Murray anda algo renqueante, pero ha sacado sus duelos adelante y sueña con su primera final en Roland Garros ante el mallorquín, que ha ya suma 43 triunfos en 44 partidos en la arcilla parisina.