Partidos como ante el Villarreal no suelen darse cada jornada por eso hay que degustarlos en su justa medida, mucho más allá de los noventa minutos. Fue un encuentro de esos de dar y recibir, un vaivén de sensaciones, una montaña rusa de subidas y bajadas. Ni con cuatro a dos el partido daba la sensación de que estaba cerrado ni contra un equipo con diez. La gran virtud del Mallorca ante el conjunto amarillo fue tener capacidad de reacción tras recibir un mazazo. Crecer durante el partido. Una vez y otra.
Javier Aguirre ha conseguido que el equipo crea firmemente en su idea de juego, algo que hace tiempo que no se consigue por estos lares en Primera División. Cuando luchas por subir a la máxima categoría tienes que ir a tumba abierta, pero en Primera, cuando tu reto es no descender, tienes que tener un equilibrio entre cerrar atrás e ir hacia adelante. Ni Vicente Moreno ni Luis García consiguieron alcanzar ese punto de equilibrio en la categoría de oro. Aguirre lo ha conseguido. La salvación está al alcance de la mano. Esto es más importante que la Champions para un grande.
Pese a todo la permanencia no está conseguida, pero a nadie se le escapa que con 31 puntos está más que encauzada. Valorando el sufrimiento del curso pasado este escenario es casi un sueño. Que siga la fiesta en un año magnífico.