Antonio José Raíllo Arenas (Córdoba, 1991) sigue ganando altura en el firmamento mallorquinista. Entre la primera foto que se tomó como jugador del club, durante su presentación en las terrazas de la Seu, y la próxima que se haga a pie de campo, con el brazalete de capitán bien ceñido, habrán pasado algo más de seis años y doscientos partidos oficiales. El central, que ha consumido en Son Moix dos terceras partes de su carrera profesional, está a un único encuentro de atravesar una barrera que durante la historia de la entidad apenas ha rebasado otra veintena de jugadores.
La entrada de Raíllo en el selecto club de los doscientos partidos se ha sumado a la lista de estímulos del Mallorca-Sevilla de este fin de semana. El paso del tiempo ha ido distinguiendo al cordobés, que hace tiempo que dejó de ser un futbolista más en el club. Solo esta temporada, es uno de los cuatro integrantes de la plantilla que todavía no se han perdido un solo minuto del campeonato —los otros son Rajkovic, Maffeo y Valjent—, y una de las columnas del vestuario de Javier Aguirre, así que si todo sigue su curso celebrará frente al conjunto hispalense un partido redondo.
Raíllo es el miembro del Mallorca actual que más tiempo acumula de manera continua bajo el techo de la caseta, ya que aunque Lago Junior recaló en el club medio año antes que él, se marchó cedido al Huesca durante unos meses la temporada pasada. En todo caso, el marfileño sí le supera por poco en partidos jugados vestido de rojo y negro (205) pese a la falta de protagonismo de estos días. Los dos son, junto al artanenc Abdón Prats, los únicos supervivientes de aquel grupo que escapó de las alcantarillas de la Segunda División B para escalar de vuelta hasta la cumbre del fútbol español en un par de años, siempre siguiendo la cuerda de Vicente Moreno.
La carrera de Raíllo como jugador del Mallorca ha pasado por tres categorías y todos los estados posibles. Llegó al club durante el verano de 2016 como una apuesta del anterior director deportivo, Javier Recio, que lo conocía de su etapa en el Espanyol, aunque solo unos meses antes, mientras jugaba cedido en la Ponferradina, ya había mantenido un acalorado intercambio de declaraciones con el CEOde aquel momento, Maheta Molango, durante la batalla por evitar el descenso en la que estaban implicados baleares y bercianos. El asunto quedó enterrado unos meses después con su fichaje por el Mallorca, pero aquellos tiempos de oscuridad desembocaron en el bochornoso descenso a la categoría de bronce de 2017, un mazazo que rompió todos los cables entre la plantilla del Mallorca y la grada. Solo el propio Raíllo, Lago Junior, Pol Roigé y Damià Sabater resistieron a la caída a los infiernos y, en el caso del cordobés, terminó marcando el inicio de una nueva etapa, ahora radicalmente distinta. El mallorquinismo le acabó perdonando algunos de los gestos que tanto le habían esocido y él reafirmó su compromiso empezando de cero y aprendiendo a ejercer como capitán. Encontró la estabilidad familiar y se asentó de forma perpetua en un once del que solo le han apartado las lesiones. Como le sucedió a principio de la temporada pasada, la menos productiva de su paso por el Mallorca —solo jugó 17 partidos—, por un problema en el pie para el que no fue nada fácil encontrar una solución.
Raíces
En plena madurez, Antonio Raíllo se ha ido arraigando al mismo compás que el Mallorca moderno a la Primera División, un escalón que él había pisado de manera fugaz gracias a Sergio González, hoy entrenador del Cádiz, cuando le dio la alternativa en el Espanyol en la campaña 2015-16. Como rojinegro acumula 57 encuentros en la primera fila del escaparate en los que ha marcado cuatro goles, el último de ellos hace un mes y medio, en casa y contra el Girona (1-1).
Si este sábado, como parece, Javier Aguirre lo vuelve a plantar en el centro de la defensa, con Martin Valjent a la derecha y José Copete a la izquierda, Raíllo seguirá dándole brillo a unos números que ya formarán parte de la historia del Mallorca. El capitán se habrá puesto a doscientos.