Todo estaba preparado para la fiesta. Un recibimiento de época. Más de 18.000 espectadores en las gradas. Ambiente de esos que se recuerdan de generación en generación. Son Moix con sus mejores galas y una final en casa ante un rival directo. La victoria certifica prácticamente la salvación. El viento de la ilusión sopla de cara... El día amaneció con un indudable olor a júbilo y acabó como un funeral después de que el Mallorca completara una de las funciones más vergonzosas de toda su historia. El Granada sometió a los de Aguirre a una humillación de leyenda (2-6) para cavar la fosa y meter al equipo balear en el agujero. El partido fue dantesco. Impropio de un equipo que se juega la vida.
El Mallorca encajó un gol en el arranque de cada parte y cualquier atisbo de reacción era contestado por la pegada del Granada. Apoyado en un cuarentón como Jorge Molina que destapó las carencias de la zaga -Valjent, Raíllo y Sergio Rico rozaron el esperpento-, los de Karanka arrollaron a un rival que se acerca al abismo por méritos propios. Javier Aguirre fue incapaz de explicar el desastre y se limitó a pedir perdón. Los jugadores, directamente, se escondieron y nadie dio la cara. En el estadio, la gente arrojó fuego contra Sergio Rico y aplaudió a Maffeo y Sevilla, los únicos que mostraron orgullo. El miércoles visita el Pizjuán con el agua al cuello y hundidos...