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Paco Sanz: «Estoy seguro de que ganaré este partido al cáncer»

Paco Sanz, en una imagen captada en el hospital donde se encuentra recuperándose del linfoma que sufre en el riñón.

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El mes de febrero de este año, Fernando Sanz, hijo del que fuera presidente del Real Madrid, publicaba en las redes sociales un mensaje que helaba el corazón a todos los amigos de su hermano, el exfutbolista del Real Mallorca, Paco Sanz. «Me gustaría dierais toda la fuerza y ánimo del mundo a mi hermano Paco Sanz para superar el obstáculo con el que le ha tocado lidiar». Poco después, ante esta misiva de Fernando, se conoció que Paco sufría un linfoma maligno en el riñón y entonces todas las alarmas se dispararon. Paco, que jugó en el Mallorca tres temporadas, de la 97/98 a la 99/00, batalla ahora contra el cáncer y el exfutbolista está ganando. El que fuera jugador bermellón atiende a Ultima Hora para relatar cómo está siendo su lucha.

¿Cómo se encuentra?
— Sinceramente en todo momento me he encontrado bien, quiero decir que siempre he mantenido una mentalidad positiva y en ningún momento me he venido abajo. Cuando te dicen que tienes cáncer, ahí te das cuenta de lo importante que es la cabeza y desde el minuto uno mis pensamientos siempre fueron positivos.

¿Cómo se percató que sufría un linfoma de estas características?
— Llevaba diez días con un dolor en el estómago terrible. Se trasladaba de un costado a otro y fui a urgencias poque ya no podía más. Me hicieron una radiografía y me comunicaron que eran gases, que estaba taponado. Me dieron medicamento para ir al baño y no podía, casi era peor, y las noches eran horrorosas. Fui otra vez a urgencias y me diagnostican otra vez gases. Andando me aliviaba un poco, pero por la noche volvía el malestar. Una mañana tras una madrugada de vómitos y dolor, volvimos a urgencias y la doctora decidió someterme a un TAC. Veía que me retorcía de dolor y en mí eso no es normal. Después del resultado me dicen que llame a mi mujer y nos dijo que el resultado de la prueba desveló que lo que sufría tenía muy mala pinta. Te quedas ingresado, me dijo la doctora, porque tienes un tumor muy grande, incluso añadió que varios. En esos momentos se me cayó el alma a los pies. ¿Pero cómo de grave? insistí, y solo me decía que muy grave, sin más detalles al respecto.

Y entonces se quedó ya ingresado en el hospital.
— Sí. Con eso no podía salir de ahí me dijeron. Todo el estómago es un tumor y ahí me quedé en estado de shock. Me hicieron una PCR para comprobar que salía negativa y entre un cosa y otra estuve ocho horas en un box completamente solo esperando y ahí estaba yo dándole vueltas a la cabeza.

No me quiero ni imaginar lo que fueron esas ocho horas solo pensando y pensando.
— Fue el peor momento del tiempo que llevo con esto. El medicamento me reducía el dolor y estar dos horas sin sufrir era un lujo para mí en ese instante. Pero le das vueltas y vueltas a todo y te acuerdas de muchas cosas. Me acordé mucho de Michael Robinson y de cómo él llevó la enfermedad con esa gallardía y ese bueno humor y ahí me dije, Paco, tu no puedes ser un llorón, tengas lo que tengas hay que venirse arriba y luchar. Por la noche me dieron habitación y llamé a mi mujer y le dije que con lo que sea vamos a ir a por todas.

Ya en la habitación, ¿cómo fueron sucediéndose los acontecimientos?
— Trabajaron para desatascar el riñón, me pusieron una sonda y me hicieron mil pruebas más. Me sometieron también a una biopsia y a muchas analíticas. Se trataba inicialmente de un tipo de cáncer que limita la vida de tres a seis meses, pero eso a mí no me lo djieron porque cuando me reuní con el médico me dio más buenas noticias que malas. Recuerdo que al hablar conmigo y mi mujer nos preguntó si nos había tocado alguna vez la lotería... 'porque si no os ha tocado os acaba de tocar ahora mismo', me dijo. Me informó entonces que tenía un linfoma de células b, que es maligno, hay que tratarlo y tienes un largo recorrido por delante...pero es curable. La otra opción que inicialmente podía llegar a darse no era curable, así que os ha tocado la lotería, me insistió el doctor. En ese momento recuperé mucho el ánimo.

¿Qué hizo, porque conociéndole no se debió quedar de brazos cruzados?
— Estaba ingresado y de la alegría pedí un centollo y una botella de vino blanco para tomarlo con mi mujer en la habitación del hospital. Estaba celebrando que tenía opciones de luchar contra el cáncer y vencerlo.

¿Llegó a sentir miedo durante los primeros días?
— Le diría que no porque lo primero que pregunté fue eso, que me reconfirmaran si era curable y me dijeron que sí. Cuando me aseguran que eso entonces digo para adelante, ya no era tan negro todo como el primer día cuanto te dicen que tienes un tumor y se te revuelve la vida entera. Me puse en manos de la Clínica Anderson y ahí ya empezaron con más pruebas concretas.

¿Qué desvelaban estas pruebas?
— Me confirman que tengo un tumor muy voluminoso, muy avanzado, que además se ha colado en los huesos, que es malísimo, pero por lo menos había opciones de tratamiento y ahora estoy en la mitad de esta cura.

¿Se pregunta uno por qué a mí?
— Soy un afortunado. He vivido en una familia maravillosa, he formado una familia impresionante, tengo mil amigos, he cumplido mi sueño de ser futbolista, vivo entre Madrid y Mallorca y ahora esto no me hace cambiar. Yo he tenido mucha suerte en mi vida. Ahora lucho contra un cáncer al igual que lucha mucha gente. Como digo, me ha tocado la lotería porque es curable.

¿La quimioterapia es dura?
— El doctor de la Clínica Anderson me dijo que lo pasaría mal, pero el cincuenta por ciento está en tu cabeza y hay gente que lo pasa mejor y otra peor. Después de cada sesión de quimioterapia me dijo que tendría una bajada de defensas brutales. Ya llevo tres, y al margen de la primera, el resto no lo he notado tanto. El frío me afecta más y tengo cierto miedo a resfriarme y me tapo más que antes, pero no mucho más.

¿Ha recibido muchos mensajes de ánimo desde Mallorca?
— Miles. Me siento muy querido. Es mi casa. Mi mujer es mallorquina, yo me siento medio mallorquín y tengo muchísimos amigos y todos están muy pendientes. Cuando tanta gente te da su apoyo te encuentras mucho mejor.

¿Ve la vida de otra manera ahora?
— No. Yo he disfrutado toda mi vida y voy a seguir siendo igual.

¿Qué mensaje daría a las personas que sufren una enfermedad como la que usted padece?
— Cada uno la vive de manera diferente. El que tengo que recibir consejos soy yo porque estoy en mitad de la pelea, en mitad de la batalla. A lo mejor cuando pase todo reflexionaré un poco más. Estoy en mitad del partido y no piensas en lo que vendrá después, ahora peleo para ganar el partido al cáncer y cuando acabe analizaré todo en conjunto. Pero estoy en plena batalla y mi pensamiento está en la siguiente sesión de quimioterapia, que será la cuarta. Tengo ganas de que llegue este otro partido para volver a ganar.

¿Sigue siendo usted un optimista sin límite?
— Siempre me lo tomo todo con mucho humor. En el hospital le daba vueltas a la cabeza a todo y me puse a escribir. Escribí casi dos capítulos de mis primeras semanas de enfermedad y acababa llorando de risa.

El año ha sido para usted y su familia muy duro. Falleció hace un año su padre, Lorenzo Sanz, y además usted tuvo coronavirus y ahora esto. ¿Se está poniendo a prueba su fortaleza mental?
— Lo más duro fue la pérdida de mi padre, eso fue lo más duro. Yo pasé el coronavirus, que también fue muy duro. Perdí 20 kilos en 25 días y ahora un cáncer y ahora mismo, a día de hoy, creo que para mí fue más duro la COVID. Mentalmente fue mucho más duro y ahí llegué a pensar que me podía ir y ahora con esto que me han diagnosticado, estoy convencido de que lo voy a sacar adelante. Ganaré este partido al cáncer. Llevo un año que no para de llamarme San Pedro, pero no le cojo el teléfono.

Un mensaje para la gente de Mallorca.
— Que suba el Mallorca a Primera, que estoy con ellos y que vamos a subir.

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