El Mallorca tiene otra cara. Un nuevo horizonte. Otro color. Tras destrozar las cadenas que le mantenían atado al fondo de la clasificación y recibir una enorme inyección de autoestima, el equipo balear ha restaurado el aspecto de un vestuario que comenzaba a oxidarse frente a la falta de buenos resultados. Además de desintegrar al Celta, la agónica victoria del lunes va a permitir que el equipo participe en otras dos nuevas finales en los próximos diez días que marcarán tendencia en la bodega de la clasificación. Rayo, el viernes, y Zaragoza, la semana que viene, definirán el camino a seguir a partir de ahora.
Situado ya a un punto del madero de la salvación, el Mallorca quiere aprovechar el impulso que le ha proporcionado el milagro de la última jornada. El tanto de Giovani dos Santos ha sacudidotoda esa presión que acumulaba la plantilla y que obstaculizaba casi todos sus movimientos. Ahora, casi sin tiempo para digerir el caramelo, recibirá a un Rayo que, pese a caer con la Real Sociedad el pasado fin de semana, se presentará en la capital balear con los deberes hechos. La victoria no solo mantendría al grupo sobre el carril adecuado. También le ayudaría a dormir como mínimo un par de días fuera de la hoguera y, sobre todo, a alcanzar otro hito psicológico fundamental para seguir creyendo: la barrera de los 30 puntos.
Optimismo
El Mallorca, en cualquier caso, está obligado a contener la euforia que se ha desatado en el entorno gracias a la manera de reconciliarse con la victoria. Entre otras cosas, porque el equipo permaneció atascado durante casi todo el partido ante el Celta y porque los argumentos que expuso no resultaron convincentes en ningún momento. A nivel defensivo y a pesar de mantener la portería sellada después de siete meses, se reprodujeron ciertas lagunas que no deberían quedar enterradas bajo el marcador. De hecho, si el Celta hubiera gestionado de otra forma su caudal ofensivo o si los riesgos de Pedro Geromel hubieran desembocado en algún penalti en contra el resultado final habría podido ser muy diferente.
También Manzan o se enfrenta a un desafío en esa misma dirección. El técnico, que ya subrayó antes de recibir al Celta, que la plantilla se había visto perjudicada por aquellos elogios recibidos después de ganarle al Granada y al Sevilla, sabe que reeditar ese tipo de errores sería fatal para el Mallorca. Y así se lo recordó ayer a sus futbolistas durante la vuelta al trabajo en Son Bibiloni. Aún no se ha conseguido nada. Ni mucho menos.
En la caseta del Mallorca son conscientes de que la verdadera final se jugará el sábado 27 sobre la alfombra de La Romareda, aunque por el momento se ha establecido la prohibición de mirar más allá del partido ante el Rayo. La permanencia es posible, pero el margen sigue estrechando y hay que saber usarlo.